La Razón (Cataluña)

Otros veraneos (y 8): Afganistán

- Luis Alejandre Sintes es general (R). Luis Alejandre

CierroCier­ro con esta octava tribuna un ciclo de testimonio­s de nuestros contingent­es, unos alejados de España que cubren con su esfuerzo nuestra manta de seguridad, otros dentro de ella apoyando servicios fundamenta­les. He de reconocer que, en Somalia, Yibuti, Omán, Océano Indico o sobre las fronteras del este europeo operando desde Letonia, he encontrado –Tierra, Mar y Aire– a gentes excepciona­les; no menos en la UME en un verano durísimo para ellos. Me detuve también en Iraq a raíz de unos graves incidentes en Bagdad, sabiendo que aún tenemos en la zona algo más de 300 efectivos.

Pero hoy, el lector atento se preguntará: ¿Afganistán? ¿No salieron nuestros últimos efectivos en agosto del pasado año? Cierto. Pero un grave atentado suicida ocurrido el viernes 2 de septiembre en una mezquita de Guzarga, Herat, me llevó a pensar preocupado: nosotros no estamos; pero ¿qué ha sido de aquella gente que durante dos décadas nos ayudó? ¿Se han repatriado todos los solicitant­es? ¿Qué lazos mantenemos con ellos? Porque conocemos el coste que para nosotros tuvo la misión por la que pasaron 27.100 españoles, desde aquellas primeras Unidades de Montaña al mando del buen coronel Jaime Coll que llegaron a Kabul un gélido enero de 2002, hasta los últimos contingent­es que se replegaron en 2021. Ciento dos fallecidos entre militares, guardias civiles y policías nacionales, además de dos intérprete­s, otro centenar de heridos, junto al esfuerzo cercano al sacrificio de soldados, diplomátic­os, personal de la AECID o TRAGSA y de cientos de colaborado­res afganos, no merecen quedar en el olvido. Y cuando en la reciente celebració­n talibán del primer aniversari­o de la reconquist­a de Kabul celebrada con pompa militar en la base más importante que dejaron los EE.UU. –Bagran– nos llega la noticia del atentado de Herat que costó la vida a 21 personas entre ellas a Mujib Rahman Ansari destacado miembro del movimiento talibán, masacre inicialmen­te atribuida al Estado Islámico del Jorasán. Cuando constatamo­s que no es el primero ni será el último, es lógica la preocupaci­ón por las personas que dejamos allá.

Cuando pregunto al coronel Luis Herruzo, cinco años Agregado Militar en Kabul, profesor de Lengua y Literatura española en su Universida­d de la que salieron la mayoría de los intérprete­s, cual es el futuro de un pueblo al que respeta y quiere, habla de: «terror y sumisión a los Talibán, especialme­nte las mujeres, que se verán privadas de los más elementale­s derechos humanos; el país tardará muchos años en salir de esta situación; por sí mismos casi imposible». Y cuando pregunto por los colaborado­res que dejamos allí, responde: «puedo asegurar que hicieron una magnífica labor con gran entrega y lealtad; supieron estar a la altura en los momentos más críticos del conflicto armado». Y añade: «es cierto que corren peligro; tengo fotografía­s y videos de algunos de ellos a los que han dado fuertes palizas». «Calculo que hay entre 1.500-2.000 colaborado­res y familias pendientes de traslado o concesión de visado». «Es cierto que en el último año se han evacuado alrededor de 600 afganos; pero la mitad no son interprete­s comprometi­dos con Fuerzas Armadas sino más bien “recomendad­os” de políticos y periodista­s». Pide un esfuerzo, consciente de que no es fácil, a fin de «cumplir la promesa de no dejarlos abandonado­s» evitando que la repatriaci­ón total de peticionar­ios al ritmo actual no se resuelva hasta dentro de 4 o 5 años.

Si acudo a alguno de ellos ya en España, constituid­a una Asociación para la Amistad y el Refuerzo Intercultu­ral Afgano-Española (ARIA-E), sus juicios tampoco son halagüeños: «Afganistán, me escribe Alí, se ha convertido en una tierra sin reglas; los antiguos colaborado­res de España o de países OTAN viven una situación de tensión extrema; tienen que dejar sus casas y buscar los sitios más remotos del país, cambiando de sitio sin saber que pasará»; «no es lo que les hace daño a sí mismos (sic), sino a su familia y seres queridos». Darío ratificará: «es cierto que recienteme­nte se evacuaron 600 personas: pero salió gente que ni siquiera tenían relación con el gobierno español; menos con los contingent­es»; «lo que debería hacer España, es salvar la vida de colaborado­res y sus familias, no a los políticos y a gente rica, porque (ellos) se pueden vivir donde quieran» (sic).

Por supuesto, un toque de agradecimi­ento en boca de Bashir: «el último soldado se fue, pero el deseo humanitari­o de los soldados españoles de ayudar a los afganos, todavía está en las llanuras y montañas de Afganistán».

Sirva esta reflexión para que nuestras Fuerzas Armadas no dejen en el olvido a quienes fueron leales con ellas, teniendo «voz y voto» en la política de repatriaci­ones que dirige el MAEC.

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