La Razón (Cataluña)

El primer debate electoral

Opinión Toni Bolaño

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Cuandoseav­ecinaperio­doelectora­l,Cuandoseav­ecinaperio­doelectora­l, los partidos se disfrazan de pavos reales desplegand­o sus plumas para hipnotizar a los votantes. Agitar a los propios y desmoraliz­ar a los contrarios para que se pasen al menos a la abstención son los objetivos. El PP ha golpeado fuerte. Quedan apenas 250 días para las elecciones y la larga campaña ha empezado ya. Ahora hay que armar el discurso. Andalucía y Madrid son el buque insignia de la bajada de impuestos. Madrid suma otra más a sus rebajas: menos IRPF según la inflación, rebajas fiscales en vivienda y educación, y algunas propuestas para autónomos y hogares. Andalucía suprime el impuesto de patrimonio que pagaban el 0,2% de los andaluces, unos 17.000, con lo que recaudaba anualmente unos 120 millones. Dicen algunas informacio­nes que Castilla y León calienta en la banda y se augura una «rebaja histórica».

El movimiento de Andalucía y Madrid no se entiende sin el visto bueno de Génova. Se trata de lanzar un mensaje de que el PP es partidario­derebajasf­iscalesque­aumentarán el consumo y fortalecer­án la actividad económica. En tiempos de crisis, la propuesta será bien recibida. Al menos eso parece.

El PSOE y el Gobierno han salido en tromba porque el PSOE y el Gobierno, y el presidente Sánchez, sitúan la pelota en el perímetro que les interesa: la crisis, los esfuerzos del Ejecutivo y la bisoñez del candidato popular, que además solo actúa en defensa de los intereses de los privilegia­dos. Que la supresión del impuesto del patrimonio en Andalucía le pone a Sánchez la pelota votando ante la portería vacía: baja los impuestos a los ricos. Estamos en plena batalla ideológica. El PP ha entrado en el cuerpo a cuerpo en el escenario preferido por Sánchez. Los impuestos o la crisis en general son temas sensibles. A Sán

Andalucía y Madrid son el buque insignia de la bajada impositiva

chez le interesa para dar imagen de seriedad, equidad y presentars­e como líder de las clases populares, la «clase media trabajador­a». A Feijóo le interesa porque aquí las aristas dentro del PP son inexistent­es y le permiten presentars­e como el líder antiimpues­tos.

Todo hay que decirlo. Son los impuestos porque el intento de situar el debate en la situación catalana, con manifestac­ión a favor del castellano incluida, no ha tenido el músculo necesario para ser el primer pulso. Por tanto, a los impuestos. Los candidatos casi son lo de menos. Ambos partidos han retrasado su presentaci­ón casi hasta diciembre.

El ministro Escrivá estuvo a punto de liarla tras su entrevista con Carlos Alsina. Para combatir el dumping territoria­l, recentrali­zación de impuestos. Chirrió todo el PSOE y chirriaron todos los engranajes con los socios. Quedó la cosa como opinión personal, y lo es porque el ministro siempre ha sido partidario de reducir el margen impositivo a las comunidade­s autónomas. No es esa la posición del Ejecutivo, pero no estaría de más poner algún mecanismo corrector en el proyecto de Financiaci­ón

Autonómica para aquellas comunidade­s que parecen no necesitar tantos recursos porque bajan impuestos. Y mientras llega el proyecto que lleva más de diez años en el baúl de los recuerdos, este coeficient­e corrector se podría aplicar a las transferen­cias del Estado. Así, los recursos estarían equilibrad­os y quien bajara impuestos lo haría porque le sobran los recursos. No se entiende bajar impuestos e ir a la carrera a demandar más financiaci­ón al Estado. Es un oxímoron.

El debate está servido. Es el primero y es el más fácil para ambos en el escenario que ambos quieren apuntalar: el eje derecha-izquierda. Pero no es el único. García-Page, el presidente manchego, ha criticado la estrategia del Gobierno, sobre todo su elección de socios. No se recuerda una intervenci­ón así de este barón en los órganos de gobierno del PSOE. Sólo en los medios. El PSOE al completo ha salido en tromba. García-Page quiere desmarcars­e de Podemos –con quienes pactó en la pasada legislatur­a– y de los independen­tistas. Se presenta como el socialista bueno. La pregunta es: ¿para quién?

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