De tierra de «salvajes» a tierra del bienestar
Ayer y hoy, el Instituto CEU de Estudios Históricos celebra un seminario sobre los «Cien años de la visita del Rey Alfonso XIII a Las Hurdes»
CuandoCuando el 12 de mayo los Reyes visitaron Las Hurdes para conmemorar el centenario de la visita que Alfonso XIII realizó en 1922, la realidad que encontraron fue muy distinta a la que el bisabuelo de Don Felipe vio cien años atrás. Entonces arrastraban las consecuencias de siglos de abandono y miseria. A ello se unía una leyenda negra que dibujó a Las Hurdes como una tierra inhóspita poblada por «salvajes (...) que veneraban al demonio». Fue a partir de finales del siglo XIX cuando numerosas voces se alzaron para denunciar las pésimas condiciones de vida de los hurdanos, constituyendo la sociedad La Esperanza de las Hurdes (1904) y convocando el Congreso Nacional Hurdanófilo (1908), a lo que siguió la fundación unos años más tarde de la Liga Hurdana. El objetivo de estas iniciativas, en palabas del diputado Eloy Bullón, era obtener un «socorro, que de no dársele dejaría sobre nosotros un estigma de malos patriotas».
El punto culmen de esta campaña en favor de los hurdanos fue el viaje que en abril de 1922 realizó Gregorio Marañón. Tras la visita del doctor se redactó un informe en el que se señalaban los importantes problemas sanitarios (paludismo, viruela, bocio, tifus) que afectaban a sus habitantes, así como el hambre, la falta de infraestructuras y, sobre todo, la inexcusable necesidad de proveer de educación a los hurdanos, «pues la incultura actual dificultará la labor sanitaria que haya de realizar». Así, Marañón consiguió convencer al Rey, del que era su médico personal, durante el transcurso de un almuerzo para que acudiera a comprobar él mismo la realidad. El monarca accedió, comenzando a fraguarse uno de los grandes hitos del reinado de Alfonso XIII: sería la primera vez que un soberano español pisaba Las Hurdes. Los preparativos de la visita real corrieron a cargo de Eloy Bullón y del personal de la Real Casa. Entre el reducido séquito que acompañó al monarca se encontraban el periodista José García Mora, de «El Debate», y el fotógrafo José Demaría Vázquez «Campúa», además del doctor.
Del 20 al 24 de junio, el bisabuelo de Felipe VI recorrió las diferentes localidades que componían la comarca, algunas de ellas compuestas por apenas unas pocas chozas. La falta de carreteras obligó a que durante todo el viaje los desplazamientos hubieran de hacerse a caballo y a pie. Fue acogido con gran entusiasmo por los hurdanos, que «le besaban las manos y, llorando, le decían que nunca hubieran podido creer que pudiese llegar hasta allí», contaban las crónicas. Pero estos efusivos recibimientos no ocultaban la pésima situación de la población. En un intento de paliar momentáneamente las penurias, la comitiva regia fue distribuyendo donativos y cajas de quinina para tratar el paludismo.
Ya en Madrid, Alfonso XIII se mostró muy impresionado por lo que había visto. Tanto que menos de un mes después se constituyó el Real Patronato de Las Hurdes bajo su presidencia y donde las primeras medidas estuvieron enfocadas a la construcción de caminos y carreteras, a la creación de misiones pedagógicas y a dotarla de una mínima infraestructura sanitaria.
Ni rastro de pobreza
No fue la visita de 1922 la última que el rey realizó a la zona, pues en 1930 tuvo lugar un segundo viaje, ya en coche, para conocer los trabajos que se habían llevado a cabo. La vinculación de la Familia Real con Las Hurdes no acabó aquí, pues, en 1971, los aún príncipes Don Juan Carlos y Doña Sofía la visitaron; en 1988, fue el turno del Conde de Barcelona, que quiso seguir los pasos de su padre; y, en 1998, Don Juan Carlos y Doña Sofía, ya como reyes de España, repitieron.
Cien años después de aquella primera visita de Alfonso XIII a Las Hurdes no queda rastro de la pobreza y el atraso que él se encontró, pero si hay algo que ha permanecido intacto a lo largo de todos estos años es el compromiso de sus descendientes con el bienestar y el progreso de los hurdanos.