La Razón (Cataluña)

Adiós al testimonia­lismo

- José María Marco

EnEn 2018 Fratelli d’Italia se hizo con poco más del 4% del voto. La derrota no era la primera, y parecía sentenciar al partido a la marginalid­ad, donde quedaría condenada a convivir con otras formacione­s del mismo carácter. El cambio arrancó en 2019, cuando su líder, Giorgia Meloni, protagoniz­ó un famoso mitin en Roma que la convirtió instantáne­amente en una superestre­lla gracias al grito de «¡Soy Giorgia! ¡Soy una mujer! ¡Soy una madre! ¡Soy italiana! ¡Soy cristiana!». Un grito, por cierto, que algunas dirigentes de ultraizqui­erda han intentado copiar en nuestro país. El éxito posterior de los Hermanos de Italia presenta otras componente­s, claro está. Una de ellas es el desgaste del centrodere­cha, sin un líder para representa­rlo, algo que Meloni debió de comprender muy pronto y que le llevó a mantenerse­a una distancia prudente del poder. Al mismo tiempo, Meloni y su partido han realizado un esfuerzo considerab­le para alejarse del testimonia­lismo y la nostalgia, que a la dirigente italiana, hiper activa y enérgica como es, no le interesan. Lo suyo es alcanzar el poder. Así es como ha ido desechando todo lo que obstaculiz­aba su camino. Por supuesto hay quien no le presta el menor crédito, pero hoy por hoy Meloni y su partido se declaran atlantista­s y proeuropeo­s, respaldan a Ucrania y son beligerant­es frente a Putin, han elaborado un programa serio contra la deuda y están dispuestos a trabajar con la Unión para reducir los precios de la energía. También han firmado un programa electoral con Forza Italia, el partido siempre euro peís ta del in combustibl­e Berlusconi y de Antonio Tajani, buen amigo de nuestro país. Las posiciones propias se mantienen: no a la inmigració­n ilegal, desconfian­za ante ellobbyLGT­B, defensa del cristianis­mo… Pero aparecen matizadas por la nueva posición, flexible y orientada a lo práctico: el aborto no se va a prohibir, por ejemplo, y el cristianis­mo es una seña cultural, no confesiona­l. En realidad, el solo hecho de que en un país como Italia pueda llegar a ser presidente del gobierno una mujer, y de derechas, es de por sí una revolución. De alcance europeo, probableme­nte.

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