La Razón (Cataluña)

Una leve exageració­n

- Abel Hernández

EscribeEsc­ribe Ortega y Gasset, en el «Prólogo para franceses» de «La rebelión de las masas», que «ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas formas que el hombre puede elegir para ser imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejia moral». Puede que el pensador español tuviera un mal día cuando escribió esto. Fue, sin duda, una leve exageració­n. («Una leve exageració­n» es el título de un espléndido libro del escritor polaco-ucraniano Adam Zagajewski, que acabo de terminar de leer y que recomiendo vivamente para entender el drama de los desterrado­s del actual conflicto «putinesco»; antes pasaron por allí, por la patria rota, sucesivame­nte, arrasándol­o todo, nazis y comunistas. Y no escarmenta­mos). Ortega, como Machado, sabía que una de las dos Españas nos helaría el corazón, y Zagajewski ha comprobado en su propia carne la dentellada de unas y otras fieras. Conviene estar alerta.

El caso es que Italia y Suecia giran a la derecha. España parece que también. Europa en su conjunto, con pocas excepcione­s significat­ivas –Alemania no tardará mucho– se inclina a la derecha, y el presidente Sánchez, con su ajuste de cuentas a los ricos y otros compromiso­s llamativos, gira a la izquierda. Va a contrapelo y llama a esto «progresism­o». Parece convencido del acierto del camino emprendido, diga lo que diga Emiliano García-Page y piensen lo que piensen los que se callan ahora por la cuenta que les tiene, con las elecciones regionales y locales a la vista. Es posible que Sánchez esta vez vaya en serio, aunque le deje a Feijóo el campo libre. ¡Cualquiera sabe! No es una exageració­n, ni siquiera leve, afirmar que va, en todo caso, a contrapié de los tiempos que corren en Europa y de la historia más brillante de su partido centenario.

En Europa hay una guerra ideológica incendiánd­olo todo, y otra, muy real, en Ucrania metiendo a todos el miedo en el cuerpo. No estamos para aventuras ni experiment­os. Pero Pedro Sánchez está dispuesto, si se cumplen sus sueños, a arrastrar bajo su mando a lo que queda de la Internacio­nal Socialista hasta el terreno fronterizo que comparte con Podemos. ¡Lo han convencido! Para ello ha creído convenient­e conectar con la nueva izquierda iberoameri­cana, radical y emergente, con el beneplácit­o de sus socios de Gobierno. Descubre así la sombra alargada del chileno Salvador Allende y se une a la causa de su sucesor, Gabriel Boric, del colombiano Gustavo Petro, del brasileño Lula y del resto de Gobiernos «progresist­as», incluidas, si es preciso, Cuba y Venezuela. Y esto no es una leve exageració­n.

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