La Razón (Cataluña)

Populismo fiscal

- Juan Ramón Rallo

DuranteDur­ante los últimos días hemos asistido a dos hechos políticos que, en teoría, deberían llenarnos de profunda satisfacci­ón a los liberales. Por un lado, el nuevo gobierno británico de Liz Truss ha prometido una importante rebaja impositiva y avanza que pueden venir más en el futuro: el tipo marginal marginal máximo del IRPF baja desde el 45% al 40%, el tipo marginal mínimo se reduce del 20% al 19% y, por último, se cancela definitiva­mente la subida prevista en el Impuesto sobre Sociedades desde el 19% al 25%. Por otro, las derechas italianas han ganado las elecciones con un programa fiscal marcadamen­te partidario de rebajas tributaria­s: se propone el establecim­iento de un tipo único del 15% o del 20% para los primeros 100.000 euros de ingresos; se propugna la introducci­ón de cocientes tributario­s que actúen como divisores de la base imponible de los hogares italianos; se promete una rebaja del IVA energético y de productos básicos; y también se abre la puerta a rebabierno jas fiscales para aquellas empresas que creen empleo.

Para quienes estamos insistiend­o diariament­e que habría que bajar intensamen­te los impuestos, parece que los vientos políticos empiezan a soplar en nuestro favor. Sin embargo, nunca deberíamos olvidar que cualquier rebaja fiscal ha de ir correlativ­a a un recorte del gasto: si un gobierno recauda menos, tendrá que gastar menos. Si recauda menos y gasta más, entonces emitirá más deuda, lo cual significar­án mayores impuestos futuros, mayores recortes del gasto (¿y por qué no presentes?) o mayor inflación presente. Y, por desgracia, ni el gobierno británico ni previsible­mente el nuevo goLas italiano están por la labor de promover importante­s reduccione­s de los desembolso­s estatales como para financiar sus propuestas tributaria­s. En el caso de Reino Unido, de hecho, incluso han planteado un gigantesco incremento del gasto público en forma de subsidios energético­s a las familias. Acaso por ello, la libra se esté hundiendo a uno de los niveles más bajos de su historia. En Italia carecen de moneda propia y, por tanto, el tipo de cambio no les transmitir­á una opinión visible sobre su política fiscal, pero pueden trasladarn­os el coste de su irresponsa­bilidad fiscal a todos los demás a través del euro. Bajemos impuestos, sí, pero recortando los gastos.

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