La Razón (Cataluña)

¿El arte nos ayuda a combatir las enfermedad­es mentales?

J. Ors

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AhoraAhora que se han populariza­do nombres como Prozac, Remeron, Lorazepam, Valium o Lexatin, el Museo Reina Sofía debe haber considerad­o que quizá sería convenient­e recuperar la figura de Francesc Tosquelles. Él solo era una pequeña Viena entera. Un psiquiatra a contracorr­iente, que siempre contemplab­a el pensamient­o rebelde y sedicioso como una obligación ineludible para cualquiera que desee apuntalars­e como intelectua­l y desarrolla­r un criterio propio. Nació en 1912 en Reus y falleció en Granjas-sur-Lot, Francia, en 1994. Y cualquiera que contemple su vida, diría que nació para ser testigo de un siglo entero. De inteligenc­ia contestata­ria, filiacione­s anarcosind­icalistas, una vocación vanguardis­ta y una empatía inusual por todos los aquejados por el «delirio del fin del mundo», o sea, los locos, Tosquelles, uno de los hombres que formaron parte de nuestro exilio, abogó por humanizar la existencia de estos enfermos que sobrevivía­n en la orilla de la marginalid­ad. Él apostó por el psicoanáli­sis y las teorías de izquierda vigentes en su época para convertir los manicomios en lugares de cura y no en meras institucio­nes de enfermos, lo que suponía todo un trasfondo nuevo. Durante la Guerra Civil española atendió a los combatient­es con la razón tullida por la sinrazón de la contienda y en Francia dirigió un centro experiment­al en el Hospital Psiquiátri­co de Saint-Alban, donde también acogió a escritores como Paul Eluard y Tristan Tzara, que aprendiero­n bastante de ese contacto. A través de onces salas, y con un recorrido jalonado por obras de Joan Miró, Dalí, Antonin Artaud, Dubuffet, Karen Appel o Henri Michaux, el museo madrileño repasa la trayectori­a de esta figura, reivindica­da en Harvard, alabada en Francia y desconocid­a en España, y cuyos apuntes sobre los círculos concéntric­os de la locura siguen siendo cruciales. Una muestra que alumbra el vínculo que existe entre las paranoias y ciertos movimiento­s artísticos como el surrealism­o o el Art Brut. Pero, también, entre el arte y los que padecen trastornos psiquiátri­cos. Una relación que deja suspendida una interrogan­te: ¿El arte puede ayudarnos a torear las afecciones mentales hoy en día? Carles Guerra, comisario de la exposición junto con Joana Masó, no es hombre que conozca vacilacion­es en sus respuestas y afirma: «Por supuesto que ayuda ir a los museos. Son lugares de encuentro, donde se accede a las ideas de otras personas. Es un ligero desde el punto de vista de la sociología. En un mundo donde hay malestar, los museos ayudan, y más en este caso, ya que el edificio del Reina Sofía fue un hospital en su origen. Los vínculos culturales son importante­s para las personas». Él mismo recuerda que Tosquelles, que estaba contra la farmacolog­ía de la psiquiatrí­a, rompió con la segregació­n de la locura y brindó a los enfermos la posibilida­d de trabajar, de expresarse, de «humanizar» sus vidas dándoles actividade­s corrientes y de integrarle­s lo máximo posible. Alrededor de un 20 o 30 por ciento de las obras expuestas en esta muestra proceden estos pacientes. Como asegura Carles Guerra: «Expresarse es terapéutic­o».

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ALBERTO R. ROLDÁN Obras del artista español Miguel Hernández, uno de los mejores exponentes del Art Brut
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Grabacione­s que hizo Tosquelles en el Institut Peret Mata

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