Dos huevos duros
ElEl Gobierno ha aprobado una rebaja fiscal para las rentas más bajas al tiempo que ha creado un impuesto para los 25.000 españoles más ricos. El PP movió ficha el primero a través de sus comunidades, pero los objetivos de cada partido son diferentes. Los conservadores pescan en el voto urbano, mientras que los socialistas quieren mantener fieles a los de menos poder adquisitivo. De paso, el impuesto a los ricos le da un bocado a la cartera de Yolanda Díaz, atrayendo los sectores más de izquierda que reclaman más esfuerzo de los poderosos.
Sánchez no pretende más que mandar un mensaje a Feijóo, advirtiéndole que no le va a dejar campar a sus anchas en el debate de la fiscalidad. Que España necesita una reforma fiscal es una verdad como un templo, pero que participar en un mercadillo ofreciendo pagar menos a cambio de votos es imprudente y, probablemente, ineficaz electoralmente. La derecha ha ganado el discurso. A partir de ahora, todos sabemos que los impuestos son malos y que rebajarlos es un acto de grandeza. Porque no está claro que los ricos vayan a pagar más, porque para eso tienen despachos de abogados que les arreglan lo de los impuestos mediante entramados de ingeniería financiera. Lo peor es para la mayoría. Una vez demonizados los impuestos, empieza el concurso de ocurrencias que suponga reducir la presión fiscal. Otra cosa es el futuro de los servicios públicos que solo se mantienen si hay recaudación.
La riqueza de los que no tienen mucho es la seguridad de que si se ponen enfermos recibirán la misma atención que si fuesen un directivo del IBEX35 y que sus hijos puedan llegar a donde su capacidad les lleve porque su formación corre a cargo del Estado. Entrar en la carrera de quién pone dos huevos duros en materia de reducciones fiscales es hacer más pobre al que ya tiene poco.