Populismo al por mayor
«Argentina, 1985» es una película política hecha para el pueblo. No hay espacio para debatir qué es una película política ni qué entendemos como «pueblo», pero el director Santiago Mitre y su co-guionista, Mariano Llinás, parecen tenerlo muy claro: seguir el modelo del cine de juicios (Capra levanta la mano) y de investigación periodística (léase «Los archivos del Pentágono») de Hollywood para activar un necesario ejercicio de memoria histórica que encoja los corazones de todos los públicos. El caso se merece el esfuerzo: el juicio civil contra la junta militar del general Videla, terroristas de Estado que legitimaron el secuestro, la tortura y el crimen organizado para neutralizar lo que consideraban guerrillas de izquierda. No vamos a discutir si la propuesta populista de Mitre y Llinás contribuye a una mirada imperialista (USA coproduce) que se contradice con su mensaje, pero lo más llamativo de «Argentina, 1985» es, tal vez, su cálculo metaficcional. ¿Sirve cualquier plantilla narrativa, por muy hábil que sea su copia (con un eficaz Ricardo Darín como el fiscal Julio Strassera, unas gotas de sentido del humor que desengrasen el drama, un ritmo fluido y televisivo) para denunciar la ignominia? Si en cualquiera de las películas dirigidas por el propio Mitre («Paulina», «El estudiante» y «La cordillera») lo político nacía de una exigencia formal, aquí surge de una cierta condescendencia hacia su público. No es casual que el momento más brillante de todo el filme –la detallada confesión de una víctima en el juicio– sea el más desnudo y el más documental.