Lo peor Peligro, niños sueltos
Los niños, muchos, son crueles, aunque luego crecen y esos actos y palabras por fortuna se olvidan. Pero aquellos que matan gatos tras torturarlos brutalmente pueden acabar convertidos en sociópatas, en asesinos de animales humanos. Está comprobado hace años de manera casi matemática. Y luego, nos dice el interesantísimo director Eskil Vogt (que debutaba con la fascinante «Blind», 2014), hay otros menores sádicos con poderes sobrenaturales, y esos son los más peligrosos. Una insana impresión de tragedia recorre la nueva, atípica, aterradora y excelente película de este realizador noruego que transcurre durante unas vacaciones de verano, cuando la familia de Ida, de 9 años, se instala en un piso situado en los suburbios de Oslo. La hermana de la cría, ya adolescente, es autista, lo que Ida lleva mal, y la pellizca fuerte en el muslo o los brazos cuando los ►Habrá a quien le parezca que su ritmo es lento, pero se ajusta muy bien a esta historia padres no miran, y le mete cristales en los zapatos. Pronto, Ida se hace con dos amigos (ambos viven únicamente con la madre, la figura paterna está ausente en estas familias obreras que habitan apartamentos celda) y comienzan a descubrir de espaldas a los adultos ciertas peculiaridades que poseen y van desarrollando. En un principio, de manera ingenua; al final, con violentas, espantosas consecuencias. Una propuesta radical, sumamente inquietante, con un ritmo en ocasiones moroso pero ajustado para la adecuada progresión de la historia; otra manera de retratar a la infancia, de cuestionar esa inocencia que se le presupone pero que en este atípico filme de género más cercano al cine de autor apenas está presente. Quizá los inocentes sean los propios espectadores que apenas conocen los actos de sus propios hijos cuando cruzan la puerta de casa. Y se marchan, solos, para descubrir lo que significan realmente las palabras poder y venganza.