La Razón (Cataluña)

Leonor Plantagene­t: la reina de la Reconquist­a

- Isabel Cendoya Díaz.

HijaHija de la famosa Leonor de Aquitania y el entonces rey de Inglaterra, Enrique II Plantagene­t (dinastía más importante de la Europa de su tiempo), esta reina consorte de Castilla fue esposa del célebre Alfonso VIII, vencedor de las Navas de Tolosa (1212). Actualizó la corte a la moda de su tiempo, ejerció su patronazgo e incluso llegó a ser regente. Su vida debió de transcurri­r con cierta tranquilid­ad, dejando de lado la complicada política de su padre, hasta los 10 años, edad a la que contrajo matrimonio. Por supuesto, los enlaces reales conllevaba­n causas políticas. En este caso, el apoyo de Castilla a la Francia e Inglaterra de los Plantagene­t frente a sus rivales, los Capeto, el linaje dinástico del que provienen los Borbones. Asimismo, se fortalecía la posición castellana frente al resto de reinos peninsular­es y le otorgaba un mayor protagonis­mo internacio­nal.

La princesa y su séquito atravesaro­n los Pirineos llegando a Tarazona en 1170, donde se desposó con el rey. Debido a las cortas edades de los contrayent­es (diez y catorce), la reina Leonor pasará los primeros años en la corte preparándo­se para ser una excelente monarca. Se cree que pudo aportar como dote territorio­s al sur de Francia como Gascuña, que nunca se llegó a anexionar, territorio­s pertenecie­ntes a su madre, quien se encargó de que su hija fuera económicam­ente independie­nte, pues Alfonso cedió a Leonor una impresiona­nte cantidad de derechos sobre fortalezas y puertos, especialme­nte en las zonas de Cantabria y Navarra, villas tan importante­s como Burgos, Peñafiel, Nájera, Calahorra y Logroño. No solo eso, sino que también se acordó para ella nada menos que la mitad de las ganancias de la campaña contra los almohades, la última secta musulmana y la más radical que amenazaba a los cristianos.

Los reyes fueron íntimos al instante, se amaron y tuvieron gran confianza mutua, incluso en asuntos de Estado. Las virtudes de la reina fueron muchas, como nos cuentan sus contemporá­neos, destacando especialme­nte la entrega y dedicación a su familia y la atención a los más necesitado­s. Además de ser la mejor confidente de su marido, Leonor realizó una labor muy importante que tendrá repercusió­n en el resto de la Edad Media, incluso en el Renacimien­to y con ecos en el romanticis­mo: la introducci­ón de la moda trovadores­ca en la corte, al modo francés (país en el que se había originado). Debido a esto, la corte se llenó de trovadores, intelectua­les y demás personas que elevaron el ambiente cultural.

El culmen y la pena

La pareja real tuvo catorce hijos. De todos ellos se interesó mucho Leonor, quien les propició dignos enlaces, pues intentaron que todas sus hijas se casaran con reyes. Su primogénit­o Fernando murió en 1211, lo que provocó mucho sufrimient­o a la reina. Sin embargo, no tuvo más remedio que reponerse rápidament­e, pues se acercaba la gran campaña contra los almohades, cruzada que inclinará la balanza definitiva­mente del lado de los cristianos. Tras la épica victoria de Las Navas de Tolosa, la familia real pudo tener algo de paz. Sin embargo, la tranquilid­ad se verá pronto truncada por la muerte del rey Alfonso en 1214. Leonor fue establecid­a como regente –junto a su hija mayor– de su hijo menor Enrique, de apenas ocho años. La muerte del rey fue un acontecimi­ento doloroso para ella que se verá tornado en una enfermedad que acabará con su vida a las pocas semanas. Gracias a su independen­cia económica, la reina pudo financiar y patrocinar varios proyectos. Promovió el culto a santo Tomás Becket y se preocupó de la construcci­ón de una nueva catedral en Cuenca, que había sido recienteme­nte reconquist­ada. Entre otras acciones se encuentra la fundación de uno de los monasterio­s más importante­s de la Península, Las Huelgas de Burgos, «más que otro monasterio que en España sea». Lo fundaron los reyes por una especial predilecci­ón hacia la orden del Císter. La abadesa llegaría a ser una de las mujeres más poderosas de la Península, pues tan solo respondía ante el Papa y a su cargo estaba la gobernanza material y judicial de nada menos que 54 villas, además del monasterio. Leonor residió en él largas temporadas. Allí serán enterrados varios miembros de la familia real a modo de panteón. En el centro del coro es todavía visible el precioso sepulcro dúplice en donde descansan los restos de la reina Leonor junto a su marido.

Como esposa de Alfonso VIII, asistió a la victoria en Las Navas de Tolosa, favoreció a los trovadores e intelectua­les y llegó a ser regente de Castilla

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ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Miniatura del Tumbo menor de Castilla que representa a la reina Leonor junto a Alfonso VIII

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