¿Qué futuro eléctrico nos espera?
Editorial
ConCon ocasión de los habituales viajes en coche durante el verano, el pasado mes de agosto circularon por las redes una serie de cálculos que merecieron nuestra atención y que trataremos de resumir en las próximas líneas. Exponen la realidad que nos espera si, como está ocurriendo hasta ahora, los planes del Gobierno no se cumplen en lo que respecto a la instalación de una adecuada red de cargadores para coches eléctricos, pero, por otra parte, se exige el cumplimiento de las directrices europeas en cuanto a la implantación de este tipo de motorización. Según la DGT, en la pasada operación salida de final de julio y principio de agosto hubo siete millones de desplazamientos.
Vamos a suponer que, de esos siete millones, 300.000, una cifra tirando por lo bajo, hacen la ruta Madrid-Alicante o Alicante-Madrid. Un recorrido de 440 kilómetros a los que si además añadimos las habituales retenciones, agotarán las baterías de los coches eléctricos. De hecho, cada vez es más corriente ver por nuestras carreteras coches eléctricos a velocidad reducida apurando la parte final de la capacidad de su batería para poder alcanzar un punto de recarga. Vamos a admitir que haya cargadores de 150kw, lo cual no es cierto, ya que la mayoría de los postes instalados, al menos por ahora, no llegan ni de lejos a esta potencia. Pero pongámonos en la situación más favorable. Aun así, esto significa que cada coche deberá recargar un mínimo de media hora y que, por lo tanto, cada supercargador podría recargar 48 coches en 24 horas. Si suponemos que en este recorrido instalamos mil puntos de recarga, que es algo hoy en día impensable, ni siquiera a medio plazo, podríamos cargar 48.000 coches en 24 horas. Es decir, para recargar a todo este tráfico necesitaríamos seis días completos. Esto significa que alguno de ellos que iniciara el viernes el viaje, llegaría a Alicante el jueves de la siguiente semana.
Es decir, que en el recorrido planteado entre Alicante y Madrid, deberemos proveer grandes aparcamientos donde puedan hacer larguísimas colas de espera más de un cuarto de millón de automóviles. Y, lógicamente, una infraestructura junto a ellos de restaurantes y hoteles donde poder atender a todos esto viajeros que deberán pasar varias horas esperando su turno de recarga. Y esto es solo un ejemplo. Lo mismo puede ocurrir en otros itinerarios a Sevilla, Lisboa, Coruña, Bilbao, Barcelona… Y la situación puede ser aún más caótica habida cuenta del retraso que, al menos en nuestro país, sufre el proceso de instalación de una adecuada infraestructura de cargadores potentes.
Todo esto no es un relato de ciencia ficción. Es el futuro que nos espera en el plazo de unos diez años si seguimos las directrices dictadas por el Parlamento Europeo que nos obligarán a viajar en coches eléctricos y olvidarnos de los motores de combustión actuales. Se vuelve a poner de manifiesto que los políticos, en general, tienen poca idea de lo que hablan, al menos cuando legislan en temas relacionados con el sector del automóvil.
Claro está que, si conducimos estos coches sin corbata, tal vez consuman menos electricidad...