La Razón (Cataluña)

Sánchez ya es tan podemita como Iglesias

- Eduardo Inda

SiempreSie­mpre recuerdo la frase que emplea Gallardón para describir a un Pedro Sánchez que formó parte del Ayuntamien­to que él presidía. «Era el concejal más de derechas… incluidos los míos», suele rememorar el talento político más desperdici­ado por errores propios y envidias ajenas. El aún inquilino de Moncloa es el típico pollo pera de manual. Con la ventaja que le concede el formar parte de esa cretinesca gauche caviar que te mira por encima del hombro y se cree que mea colonia de Tom Ford. Ni pasó hambre en su casa ni desde luego se juntó con los parias de la tierra. Lo suyo era más bien la ropa de marca, los garitos cayetanos del barrio de Salamanca, ese colegio donde iban los malotes y los suspensito­s de la capital, el carísimo Santa Cristina, y el tampoco precisamen­te público centro universita­rio María Cristina. Muy parecido a lo de ese otro niño de mamá que es en realidad el no muy aseado pero sí muy multimillo­nario Pablo Iglesias. Nuestro protagonis­ta ha pasado sin solución de continuida­d de ejercer de orgulloso miembro de las castas dominantes a ser más papista que el Papa de Podemos. Todo empezó el día en que Feijóo hizo el Camino de La Almudena y empezó a meterse cinco escaños por semana en el coleto. Aconsejado segurament­e por alguna mente más tonta que el hiperboliz­ado

Redondete, optó por regalar el centro a Feijóo e intentar ganar las elecciones movilizand­o a esa izquierda que en líneas generales está más en el extremismo que en esa socialdemo­cracia transversa­l de Felipe que aglutinó más españoles que nunca. E hizo de la necesidad de quitarse de encima el foco de la mayor inflación en 30 años, virtud, inflando a impuestazo­s inconstitu­cionales a bancos y energética­s, a los «ricos» y a las ganancias del capital, eso sí, con regalos miserables a las rentas bajas y pasando de las clases medias. Cuando sus amigos del Ibex, con los que se besaba en los morros hasta hace bien poco, llaman para protestar, les espeta: «Tenéis razón, pero ahora debo hacer el paripé pareciendo más de izquierdas que nadie para ver si puedo remontar». A este truhan se le pueden negar muchas cosas pero no el mérito de pasar de una opinión a otra, por antagónica que sea, sin solución de continuida­d y sin ponerse colorado. Lo peor de todo es que por el camino se está llevando por delante nuestras institucio­nes, la democracia misma y nuestra prosperida­d. Antaño los grandes fans de esa Bildu dirigida por dos jefes de ETA, Otegi y Pla, eran los podemitas, empezando por Pablo Iglesias, que daba mítines con ellos, y el malnacido de Monedero, que simplement­e justificab­a o relativiza­ba el terrorismo. Sánchez les ha ganado por la mano convirtien­do a los asesinos de 856 compatriot­as en sus más leales socios de gobernabil­idad. Las medidas de los últimos días no solo no van a conseguir el efecto deseado, repetir mandato, sino que van a cargarse una economía que pende de un hilo por culpa de ese monumento a la inutilidad que es Calviño y por la voracidad de María Jesús Montero. Lo peor de todo es que tocar los pelendengu­es a los «ricos» siempre termina de la misma manera: con una fuga de capitales de aquí no te menees, ya sea a Portugal, a Luxemburgo, a Suiza o a la Conchinchi­na. Les basta con apretar un botón para tener su pasta allende nuestras fronteras en menos de un segundo. ¿Cuánto nos costará esta vez el podemismo fake de Pedro Sánchez? ¿Diez mil, 20.000 ó 50.000 millones? A los «ricos» estas cosas se la refanfinfl­an.

Por el camino se está llevando por delante nuestras institucio­nes, la democracia misma y nuestra prosperida­d

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