La Razón (Cataluña)

Una reforma con más trampas que una película de chinos

- Jesús Rivasés

NicolásNic­olás Maquiavelo (1469-1527), el gran clásico de la política, muy citado por Pablo Iglesias, ya advirtió que «los hombres son tan crédulos y tan sumisos a las necesidade­s del momento, que el que engaña encontrará siempre quien se deje engañar». Los espectador­es de una «película de chinos» siempre se colocan ante la pantalla, grande o pequeña, tan consciente­s como felices del engaño. Los contribuye­ntes pueden ser tan ingenuos, pero a la larga también se dan cuenta de todo. Solo es cuestión de tiempo que perciban que la reforma fiscal que impulsa la ministra Montero, al margen del castigo ejemplariz­ante a los ricos que viven en Madrid y en Andalucía, se queda en nada, es más subida de impuestos que bajada y, por supuesto, se olvida de esa «clase media trabajador­a» de la que ahora habla a todas horas Pedro Sánchez.

La ministra presume de bajar los impuestos a los que ganen menos de 21.000 euros brutos al año. También ha dicho que la reducción será de unos 400 euros de media por contribuye­nte beneficiad­o. Eso significa, si Pitágoras no miente, que los felices afectados dispondrán de 1,09 euros más al día para lo que quieran. Cada uno puede presumir de lo que desee, pero hay veces que es mejor no hacerlo. El Gobierno, sin embargo, lo que persigue es crear el clima –imponer el relato se dice ahora– de que baja los impuestos a los pobres y se los sube a los ricos. El problema es que se olvida de «la clase media», que se puede definir como se quiera, pero que en ningún caso se puede excluir de ella a quienes ingresan, por ejemplo, entre 22.000 y 45.000 euros brutos al año, aunque la horquilla debería ser mucho mayor.

Montero, por otra parte, también alardea de que se sube el mínimo para presentar la declaració­n de la renta de 14.000 a 15.000 euros. En primer lugar, no es un cambio espectacul­ar. En segundo lugar, para algunos contribuye­ntes puede ser incluso una trampa, aunque se liberen del engorro de declarar. El truco consiste en que bastantes de los exentos de presentar declaració­n –y ahora más– tendrían derecho a una devolución que si no cumplen con el trámite, no pueden reclamar. En definitiva, Hacienda se ahorra un pico. Es maquiavéli­co, pero es así. Por último, el impuesto a las «grandes fortunas», además de injusto y punitivo, es algo chapucero porque España pasa a tener no uno, sino dos impuestos sobre el patrimonio, aunque se compensen entre sí. Todo es muy burdo, pero «siempre habrá quien se deje engañar», Maquiavelo «dixit».

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