Fingen, pero no quieren el divorcio
EnEn estos días aciagos, de incertidumbre económica, guerra en Europa, cambio climático y pandemias desconcertantes, es más doloroso ser catalán que castellano, murciano, gallego o de cualquier otra región de España. Hay que ver la turra nacionalista que tienen que soportar los ciudadanos catalanes, sumada a las preocupaciones generales. El pequeño Gobierno local navega como puede las procelosas aguas del siglo XXI, mientras ERC y Junts escenifican desde hace meses sus diferencias, en definitiva para convencer a sus respectivos votantes de que cada uno de ellos es el que más y mejor representa los furores independentistas. Porque romper, romper, lo que se dice poner fin a sus acuerdos de coalición, no les interesa a ninguno, que pisan moqueta muy a gusto. El resultado es una zozobra constante y una enorme ineficacia para la cosa pública.
La prueba más evidente de lo que les digo ha sido la finta contorsionista de Junts esta misma semana. ¿Qué mejor razón para romper el Ejecutivo catalán que el despido destemplado del vicepresidente Jordi Puigneró (Junts) por parte del presidente Pere Aragonés (ERC)? Puigneró, que sabía que su propio partido iba a exigir al president someterse a una cuestión de confianza, ocultó esa información al jefe de gabinete y éste lo ha cesado fulminantemente por deslealtad. A pesar de ello, los de Junts han abajado la testuz y por el momento no han roto la baraja.
En el debate político del Parlament de Cataluña de esta semana, el presidente de la Cámara, Albert Batet, se ha limitado a repetir las tres exigencias que ponen a ERC para no irse, a saber: coordinar las políticas de ambos partidos en Madrid, imponer en la mesa de diálogo con el Gobierno la autodeterminación y la amnistía de los presos, y elaborar una estrategia conjunta del movimiento secesionista catalán. Son condiciones que Aragonés nunca acatará, porque tiene su propio ritmo de pastorear al PSOE. ¿Qué la ha quedado a Batet y a su partido? Ganar tiempo y trasladar a otros la decisión que no quiere tomar de romper con los republicanos. Hasta mañana domingo han dado de plazo a Aragonés para pronunciarse sobre los famosos tres puntos, y los próximos días 6 y 7 (jueves y viernes) serán las bases de JxCat las que voten y decidan si quieren romper o no la coalición del Govern. Una chiquillería para eludir la responsabilidad directa.
Ignoro qué harán las bases la semana que viene, pero no es plato de gusto cederles el Gobierno de la Generalitat a los del PSC de Salvador Illa o a los Comunes, que serían los que entrarían en liza para pactar con ERC. Tampoco lo sería convocar unas elecciones inciertas.
Hay más indicios de que los de Junts no pretenden, en realidad, romper el Ejecutivo catalán. Cuando Elsa Artadi anunció que dejaba la política por cuestiones de salud mental, el partido se volvió a Xavier Trías, que se había jubilado, para que aceptase presentarse en las elecciones de mayo del próximo año como candidato de Junts a la alcaldía de Barcelona. Trías se ha dejado querer pero, entre otras cosas, ha condicionado su candidatura a que el Govern no se rompa. Junts ha encargado una encuesta sobre sus posibilidades electorales y él pide ruido cero. Sería un desafío real para Ada Colau y una figura independentista y, sin embargo, de consenso, que ilusiona a muchos.
Hay que ver la turra que tienen que aguantar los catalanes
Poner fin a sus acuerdos de coalición no les interesa