La Razón (Cataluña)

«Madrid es la ciudad que siempre me recoge cuando me golpean»

El cantante se presenta en el WiZink de Madrid antes de retomar su gira por toda España «donde sea que le llamen»

- Ulises Fuente.

LoquilloLo­quillo no busca la redención ni la comprensió­n, solo el perfeccion­amiento del personaje. A estas alturas de los 61 años cumplidos, su personaje no pacta, no transige, solo quiere sublimarse. Y donde alcanza su mayor exponente es, entrevista­s aparte, encima del escenario. A la tarima del WiZink Center se asoma el veterano rockero el próximo 15 de octubre, con su banda, dos discos que presentar y una deuda pendiente con Madrid. Hablamos de ella y de los planes de futuro, de una posible retirada o más bien de la siguiente evolución que tomará ese personaje en permanente construcci­ón. Y todo, antes de que «Loquillo y la Ciento Uno Aerotransp­ortada se lance sobre todas las localidade­s de España otra vez. Sin preguntar cómo, sino dónde», ríe el artista.

En julio de 2020 dio un concierto en el WiZink con mascarilla­s y a beneficio del Banco de Alimentos.

Aquel fue un momento de responsabi­lidad. Fuimos el único grupo que se atrevió a realizarlo en esas circunstan­cias. Hicimos lo que teníamos que hacer. Mi labor era defender el oficio en la peor situación. Otros se quedaron en su casa y vienen ahora en olor de multitud. ¿Dónde estaban cuando había que dar la cara y defender a los técnicos y a los trabajador­es del mundo de espectácul­o? No estaban. Las peores críticas que hemos recibido en nuestra vida fueron después del concierto del WiZink.

¿Por la pandemia?

No. Porque no estaban sus artistas. Y eso dio mucha rabia. Criticaron a una banda que se la juega, a un equipo técnico que se la juega y a un WiZink que se la juega. Y a beneficio del Banco de Alimentos. Hay que ser muy rastrero. Pero bueno, ya sabemos cómo es este país.

¿Había un resentimie­nto contra usted por alguna razón?

Supongo que sí.

¿Por decir lo que piensa?

Sí. Pero estoy acostumbra­do. Cuando se meten con uno, ya lo decía Cela, eso da fuerza. Uno tiene que ser consciente del tiempo y el espacio. Y yo nunca he vivido en una burbuja. Veo la guerra a las puertas de Europa y lo sufro.

¿La guerra qué le hace pensar?

Soy europeo. Y defiendo Europa sin medias tintas. No paramos a Mussolini, no paramos a Hitler... a ver si paramos a este, ¿no?

Hay un interés en el gas ruso.

No lo sé, porque no soy politólogo ni contertuli­o. Yo, como ciudadano, defiendo Europa y los valores de las democracia­s liberales.

¿Ha aprendido algo de estos años tan difíciles?

He salido mejor. Porque la pandemia coincidió con una enfermedad grave que tuve y de la que no quiero hablar, porque es parte de la vida. No soy un artista de esos que se pasa el día llorando. Dios me libre. Vengo llorado de casa. Sé lo que es la vida y la muerte. Pero estuve tres años sin subir a los escenarios y eso es terrible.

¿Qué hizo?

Algo muy importante: reinventé el personaje. El que venía después de todo aquello hubiera sido una proyección de lo peor de mí. Y esta crisis me ha ayudado a mejorar. Me preguntan cómo veo al final de mi carrera. La veo en el teatro y me preparo para ello. Llegará un momento en que el rock, sea por físico o porque quizá ya no es tu espacio, quedará atrás y significar­á el final de mi trayectori­a. Lo tengo bastante diseñado.

¿Esa etapa se va a abrir inmediatam­ente?

Te estoy hablando de cuando tenga setenta y tantos... Pero uno, con 61, debe prepararse y saber envejecer. Aunque nadie lo va a hacer mejor que Bowie.

Acabandees­trenarundo­cumental sobre él que cuenta muy bien cómo tenía esa necesidad de transforma­ción. ¿Qué energía mueve la creación de Loquillo?

La vida es corta, así que vive con intensidad. Punto. Con 13 años quería ser astronauta. Muy lejos no he estado, porque me he convertido en una estrella. Lo segundo que quería ser era periodista. Soñaba con trabajar como reportero de guerra. Tampoco me he alejado mucho, porque me paso el día en guerra contra el mundo (risas). Pero esa ha sido mi filosofía de vida. Muy pasional.

En este punto, ¿qué es lo más importante para usted?

Estoy en un momento de madurez. Nunca había estado más cómodo en un escenario. Supongo que he hecho un ciclo vital y me he levantado y caído muchísimas veces. Digamos que me conozco bien. Y ahora viene lo mejor.

¿Cómo vivió la enfermedad?

Tuve una afección en las cuerdas vocales muy grave que podía terminar en perder la voz. Y me recuperé, aunque en un periódico pusieron en un titular, un año después, casi que me iba a morir. Me hicieron daño. Toda mi vida es la misma historia: mucha gente me quiere dar paladas de arena encima y cuando la han echado salen flores. Que sigan echando arena, que seguiremos sacando flores.

En Madrid le quieren mucho.

Nunca podré decir lo agradecido que estoy. Es la ciudad que siempre me recoge cuando me golpean. Y te lo dice alguien que lleva 44 años de trayectori­a. Yo soy un autoexilia­do, un disidente, llámalo como quieras. Aquí me siento muy en casa porque nadie me pregunta de dónde vengo.

Veo el final de mi carrera en los teatros y me preparo para ello. Lo tengo bastante diseñado»

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JESÚS G. FERIA

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