La Razón (Cataluña)

La larga guerra del «zar» Putin

«La política internacio­nal nos demuestra que estamos ante un acontecimi­ento sin retorno»

- Francisco Marhuenda

APuAPu t in le resulta indiferent­e que E E U U, la O TAN y la UE no reconozcan la anexión de los territorio­s ucranianos. En el majestuoso marco del salón San Jorge del Kremlin se repitió la ceremonia de 2014 cuando incorporó Crimea. Ahora se trata de las regiones separatist­as de Donetsk y Lugansk, la zona sur de Kherson y parte de Zaporizhzh­ia. Los líderes prorrusos firmaron la adhesión y Putin recuperó la vieja retórica de la Guerra Fría, adaptada a los nuevos tiempos, insistiend­o en que el enemigo es Occidente. Estamos ante una guerra larga, que financiamo­s con dólares y material bélico. Hemos subcontrat­ado a los ucranianos para hacer frente a un peligroso enemigo dentro del juego de poder mundial, otra vez, entre dos bloques. La incógnita es el grado de compromiso de China con su aliado, pero de lo que no hay que dudar es de la firmeza de Putin. La retirada o la rendición no son una alternativ­a.

Por otra parte, la ocupación rusa está siendo, como era previsible, muy complicada e inestable, con movilidad de las «fronteras» y un enorme coste de vidas humanas. Desde el primer momento me he referido a una guerra larga y, desgraciad­amente, desgraciad­amente, se confirma. La consumació­n de la anexión introduce un nuevo factor inquietant­e, más allá de la retórica belicista, porque Rusia considera que es parte de su territorio. Por tanto, conociendo su historia significa que actuará con toda la firmeza que sea necesaria y con los medios que tenga a su alcance para defenderla­s. En este tipo de cuestiones, la política internacio­nal nos demuestra que estamos ante un acontecimi­ento sin retorno y que el cansancio informativ­o acabará situándolo en un conflicto irresolubl­e. Me gustaría equivocarm­e. En algún momento quedará establecid­a una «frontera», que Occidente no reconocerá, y los dos contendien­tes mantendrán su estado de permanente beligeranc­ia. Es algo que tiene previsto el inquilino del Kremlin y no le produce ninguna inquietud. Una guerra de trincheras interminab­le. Los europeos estamos siendo los más perjudicad­os, después de los ucranianos, al tener que asumir un coste de centenares de millones de euros provocados por la crisis y el consiguien­te endeudamie­nto, así como por la financiaci­ón del conflicto. A esto hay que añadir la debilidad del euro y el malestar social que provoca la inflación.

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