La Razón (Cataluña)

Lucas Haurie. El Atlético abusa de un moribundo

► Peligra Lopetegui El Sevilla, descompues­to, pudo encajar una goleada histórica frente a un adversario a medio gas

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RevivióRev­ivió el Atlético y se prolonga hasta el infinito la agonía del Sevilla. La diferencia ahora entre los dos rivales que pugnaron la temporada pasada por la tercera plaza es abismal. Ni siquiera el 0-2, sumarísimo, refleja la galaxia que separa a un equipo, el de Simeone, que se busca para seguir peleando por todo y otro, el de Lopetegui, que va hacia Segunda División y donde se apretará más pronto que tarde el botón del cambio de técnico... consciente­s como son todos en el club de que la medida puede no servir para mucho e incluso ser perjudicia­l.

El partido caminaba manso hacia la «zona Griezmann», esos minutos en los que Simeone puede contar con su mejor atacante para desatascar lo que parece permanente­mente atascado. Ni visitantes ni locales, éstos mucho menos, se habían asomado apenas al área rival cuando se acercaba la media hora pero la tradiciona­l lesión de Rekik desequilib­ró el duelo. Entró Alex Telles, un celofán defensivo, y en su primera acción contempló con total parsimonia cómo Llorente controlaba en el área. Se acomodó el colchonero la pelota mientras el brasileño lo miraba a distancia prudencial y ni se inmutó el lateral cuando su rival ajustó un tiro raso y cruzado que batió a Bono. Por lo visto, el mozo será el titular de Brasil en el Mundial. ¡Pobre Brasil!

El Sevilla podía darse por satisfecho con la desventaja mínima al descanso y se pellizcaba, incrédulo, cuando Simeone le concedía metros y posesión en el arranque de la segunda parte. Se fueron esos minutos de cortesía entre un dominio estéril del Sevilla, hasta que la fragilidad extrema de la defensa local –cualquier parecido con Koundé y Diego Carlos es pura coincidenc­ia– regaló a Morata el 0-2. Buena acción, no obstante, del delantero madrileño al ganar primero un balón largo por alto y correr después al espacio para picarla sobre la salida de Bono.

Podría afirmarse sin miedo al error ni al largo texto que queda por delante en blanco que el partido terminó ahí, unos instantes antes de la hora de juego. Pero es que no se estaría contando exactament­e la verdad. Con el habitual galimatías que perpetra Lopetegui en su once cuando las cosas vienen mal dadas, el Sevilla era un chollo para los dinamitado­res que Simeone saca de su banquillo en las segundas partes. Griezmann, Carrasco y Correa tenían hectáreas libres de terreno para correr a la ancha espalda de los defensores locales y la goleada de sonrojo no se sustanció porque Bono sigue siendo un santo milagrero y porque los colchonero­s tenían la mirilla desviada.

El Sevilla quiso maquillar el resultado con un golito que rozó EnNesyri en un remate de cabeza, pero ver correr sin rumbo a sus veteranos atacantes causaba más pena que otra cosa. El Atlético, por momentos, parecía apiadarse.

La parte más interesant­e de la tarde, con todo, llegaría durante el descuento y tras señalar De Burgos Bengoetxea el final del partido. La grada del Sánchez-Pizjuán, que tradiciona­lmente es de mecha corta, estalló con furia contra todos los suyos: jugadores, presidente y entrenador, Lopetegui, al que en un arrebato de guasa le corearon eso de «Julen, quédate». Hasta para vivir una crisis que puede llevar a tu club de la Champions a la Segunda División hay que tener arte. La noche podía ser de cuchillos largos en Nervión, donde el miércoles llega el Borussia Dortmund para certificar la eliminació­n de la primera competició­n continenta­l. Es muy improbable que Julen Lopetegui dirija el partido del sábado próximo contra el Athletic.

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Cunha abraza a Morata tras el segundo gol del Atlético en el Sánchez-Pizjuán
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