Tiempos pasados
Mario Mingo
ElEl proyecto de ley de equidad, universalidad y cohesión del Sistema Nacional de Salud(SNS)hainiciadosutramitaciónparlamentariasuperando cuatroenmiendasdedevolución al Gobierno. Aunque el proyecto puede ser útil para cuestiones como la donación de órganos, planteamientoscomoelquerealiza sobre la colaboración público-privada –imponer gestión pública y subyugar conciertos al aprobadodelConsejoInterterritorial– son frontalmente rehusados en el sector.
Al rechazo mostrado por CC AA y grupos parlamentarios de ideologías opuestas, se suma el de una mayoría de actores sanitariosquehubieranqueridoparticipar más en un proyecto en el que no detectan soluciones para las carencias existentes en listas de espera, acceso a innovaciones, financiación…
La sensación general es que se anteponeninteresesideológicos a los sanitarios. Además, los datos ofrecidos la semana pasada desde la Fundación IDIS dejan patente la quiebra asistencial y económicaalaqueestáabocado nuestro modelo sanitario si el proyecto de ley se materializa.
Esta realidad, sumada a otras insuficiencias del proyecto –especialmente en términos de calidad, completamente olvidada y sine qua non para prosperar en equidad, universalidad, cohesión y justicia en el acceso a las prestaciones– constatan la involución del Ministerio en los últimos años al diseñar y negociar la nueva normativa vertebradora del SNS. No suelo ser de los que recurren al «cualquier tiempo pasado fue mejor» –me gusta creer que «lo mejor está aún por llegar»–, pero si comparo el consenso con el que se aprobaron leyes como la de Cohesión y Calidad de 2003 con el disenso que está marcando este proyecto de ley desde que se hizo público, es inevitable despreciar los recientes e injustificados reproches de «insolvencia o mala fe» y añorar épocas pretéritas más dichosas, cuanto menos, para la Sanidad.