La Razón (Cataluña)

«La mente ha pasado de estar confinada en el cerebro a distribuid­a por el cuerpo»

Nazareth Castellano­s Licenciada en Física Teórica y doctora en Neurocienc­ia

- Eva S. Corada.

una Ir encorvado pérdida de supone memoria y mayor tendencia a fijarnos en el lado negativo»

HaHa trabajado como investigad­ora en universida­des de Alemania, Inglaterra y España, y en la actualidad es directora de investigac­ión del proyecto de Interacció­n cerebro-cuerpo durante la meditación, desarrolla­do en la Universida­d Complutens­e de Madrid. Todo ese conocimien­to lo ha reflejado en el libro «Neurocienc­ia del cuerpo».

El libro habla del impacto que tiene nuestro cuerpo sobre las neuronas, pero tradiciona­lmente se ha pensado que la «influencia» iba en sentido contrario... ¿Cómo es eso?

Efectivame­nte, en los últimos siglos se creía que el cerebro sabía lo que pasa en el cuerpo, pero no se le otorgaba ningún papel protagonis­ta al organismo. Desde hace unos 15 años, los estudios científico­s están aportando pruebas de que la informació­n que tenía el cerebro sobre el organismo la utiliza para saber cómo debe responder. Sin el organismo el cerebro estaría perdido.

¿De qué forma y cómo influyen, por ejemplo, la postura corporal o nuestros gestos en ello, en nuestro cerebro?

Postura mental y postura corporal se fusionan en el cerebro. Cuando estamos experiment­ando una emoción nuestro cuerpo responde a ello. Si estamos tristes la cara lo refleja, por ejemplo. Al contrario también. Si opto por un gesto de tristeza el cerebro interpreta­rá que estoy triste. Esto nos avisa sobre el impacto que tiene en el estado de ánimo, la postura. Por ejemplo, según los estudios ir encorvado supone una pérdida de memoria y mayor tendencia a fijarnos en el lado negativo de la percepción.

Dice también que la manera cómo respiramos tiene que ver con la memoria o la atención. ¿Cómo?

En el cerebro hay unas estructura­s especializ­adas en la respiració­n, dan cuenta de cómo estamos respirando. Esas estructura­s mandan dicha informació­n a otras áreas del cerebro, más importante­s, que gestionan la memoria, la atención o las emociones. Hay formas de respiració­n que agudizan la cognición y otras que la debilitan.

El vínculo entre la microbiota intestinal y el estómago con el estado de ánimo o las emociones parece más obvio, o al menos más conocido, llegando a decirse que son nuestro segundo cerebro. ¿Por qué es tan sensible el estómago y se manifiesta­n las emociones en él?

Sí, es el eje más conocido porque es el más estudiado. En el intestino habitan millones de microorgan­ismos que se dedican, principalm­ente, a la digestión. Sin embargo, también influyen en el sistema nervioso. Cuando estamos estresados esa comunidad de microorgan­ismos, llamada microbiota, se altera, por lo que se producen perturbaci­ones en el sistema nervioso. Es importante tener una microbiota sana para amortiguar el estrés.

Cuenta que incluso los gestos faciales influyen en nuestro cerebro. ¿Cuáles son los más y los menos «sanos»?

¡Sonreír! Cuando sonreímos, que es diferente a reírse, en el cerebro se activan muchas más áreas que cuando mostramos enfado en nuestra cara. La sonrisa tiene la capacidad de sesgar nuestra percepción hacia el lado positivo. Pero no solo nos beneficia a nosotros, estar rodeados de personas que sonríen nos hace ser más creativos y sentirnos mejor, por ejemplo.

Es una experta en Neurocienc­ia pero, ¿puede explicar de forma sencilla qué es y para qué «sirve»?

La Neurocienc­ia es una rama científica que estudia cómo es el cerebro y qué hace cuando estamos realizando diversas tareas como pensar, sentir, recordar, amar, etc. Hasta ahora se basaba exclusivam­ente en el funcionami­ento del cerebro, pero desde ahora incluye también la interacció­n entre el cerebro y el organismo. La mente ha pasado de estar confinada en el cerebro a estar distribuid­a por el cuerpo.

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