Lagarde y la habitación oscura
► El BCE teme que las alegrías en el gasto para paliar los efectos de la inflación puedan echar leña al fuego de los precios. Sí a las ayudas, pero solo a los más vulnerables, no a toda la población
WilliamWilliam C. Brainard (87 años) es un veterano economista norteamericano, ahora profesor emérito Arthur Okun en la facultad de Económicas de la Universidad de Yale, en la que también fue rector entre 1981 y 1986. Brainard puso nombre al principio que afirma, como explicó el jueves pasado Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, en el Congreso deDirectivosCEDE,«que la política monetaria ha de ser prudente en un contexto de incertidumbre en torno a los efectos sobre la inflación de las perturbaciones subyacentes o de cualquier error en la calibración de las políticas». El mismo gobernador aclaró que ese principio suele resumirse en una frase más breve y clara: «Cuando estás en una habitación a oscuras hay que dar pasos pequeños». Christine Lagarde,
presidenta del Banco Central Europeo (BCE), y todos los miembros del Consejo–incluidoelvicepresidente Luis de Guindos y el propio Hernández de Cos–, quizá han tenido la sensación de estar en esa «habitación a oscuras» cuando han tenido –y tendrán–que decidir si endurecían la política monetaria, como al final han hecho y todo indica que no les quedará otro remedio que repetir la jugada. La inflación en Alemania ha alcanzado los dos dígitos –10,9%– por primera vez en ¡70! años, justo cuando la española daba un pequeño respiro –solo está en el 9%, aunque sube menos que el mes pasado– y el Gobierno, con la vice Nadia Calviño se apresuraba a celebrarlo, al mismo tiempo que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, anunciaba una subida de impuestos contra las teóricas «grandes fortunas», disimulada con una engañosa bajada a los contribuyentes con menos ingresos, que les supondrán, en el mejor de los casos, un ahorro de !2, sí, dos! euros al día, pero esa es otra historia.
Hernández de Cos confía en que los tipos de interés no tengan que subir más allá del 2 ó del 2,5%, pero a oscuras en la habitación nadie puede asegurar nada. La carrera alcista del precio del dinero en la eurozona también dependerá –y bastante– de las medidas que aplique cada Gobierno en sus respectivos países. Christine Lagarde y Luis de Guindos lo han explicado en distintos foros. La primera advirtió en el Comité de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo, con luz y taquígrafos, que las políticas fiscales expansivas no ayudan a la política monetaria. La presidenta del BCE se refiere a las políticas de ayudas generalizadas o de subvenciones universales de precios para mitigar los efectos de la inflación.
En el caso español, el ejemplo paradigmático es la bonificación de 20 céntimos a los carburantes de la que tan orgullosos se sienten Pedro Sánchez y sus ministros, pero hay toda una panoplia, incluidas reducciones apresuradas de IVA. El caso español no es único, ya que casi todos los gobiernos, desde el de Macron al de
Scholz, y ya se verá qué hace Meloni en Italia, transitan por esa senda. Lagarde y el BCE temen que esas medidas «amplias y sin distinción de beneficiarios pueden producir subidas de precios adicionales que irían en contra de la política monetaria».
La inflación, en España y en bastantes países de la eurozona, está dopada con las ayudas gubernamentales y el problema es qué ocurrirá cuando deje de estarlo. El precio internacional de la energía es el que es y las subvenciones a los consumidores –que además pagan los contribuyentes– no lo rebajan. Fue el error que cometieron algunos gobiernos, sobre todo los últimos de Franco, en las crisis energéticas de 1973 y 1979, que enquistó los precios durante lustros. El BCE, sin embargo, no predica que se supriman las ayudas para paliar la situación de la población menos favorecida y más perjudicada por las subidas de precios.
Luis de Guindos, casi en cacofonía con Lagarde, explicó en el ciclo Diálogos de AED, que las ayudas «tienen que ser mucho más selectivas, fijándose en los grupos más vulnerables». En otras palabras, algunas alegrías de gasto –en principio bienintencionado– como las que celebra el Gobierno de Sánchez y otros, lo que hacen es echar más leña al fuego de la inflación. En el BCE, en la habitación oscura saben que no hay más remedio que enfriar la economía y que eso supone sacrificios, entre los que figura que los tipos de interés volverán a subir el próximo 27 de octubre y otra vez más antes de finales de año. Es inevitable. Los gobiernos quizá lo ignoran o quieren ignorarlo, sobre todo los que andan enredados en derivas populistas y en peleas sobre impuestos, pero también ellos están en otra habitación tan oscura como la de Lagarde y el BCE y, por eso, como recomienda el «principio de Brainard», deberían dar pasos pequeño y con mucha prudencia hasta que se vea la luz.
La inflación, en España y buena parte de Europa, está dopada y contenida por las subvenciones que limitan precios pero que no pueden ser indefinidas»