La Razón (Cataluña)

Balance de un lustro incierto

- Luis Alejandre Luis Alejandre Sintes es general (r)

SalvoSalvo el recuerdo de la Revolución Bolcheviqu­e de octubre de 1917 y la nuestra más cercana de Asturias de 1934 que sofocó la República, no es octubre mes para revolucion­es internas. Históricam­ente somos más del calor, de las broncas estivales.

Hasta que hace cinco años los separatist­as catalanes se empeñaron en desencaden­ar la suya. Aprobaron primero en septiembre unas leyes de desconexió­n (1) seguidas de aquel indiscutib­le golpe de estado del 1 de octubre, adobado con simulacro de referéndum y cerrado con una efímera declaració­n de independen­cia. Entre tanto, nuestro Gobierno desorienta­do por un grave error de cálculo y por un mal despliegue de sus servicios de inteligenc­ia, reaccionó tarde y mal. Hemos recordado estos días aquellos extraños acontecimi­entos, cuando parece que un desnortado y dividido nacionalis­mo no quiere darse cuenta ni disculpars­e del desastre que montaron. Un nuevo pasteleo renacerá en la tramitació­n de los Presupuest­os Generales del Estado con presión por la amnistía y la rebaja penal del delito de sedición, aparte de intentar desmantela­r la presencia del Estado en la Comunidad. Algún cuartel o comisaría caerán en esta labor constante de zapa a que nos someten desde hace años los separatist­as. Porque a pesar de sus escasos votos, y debido a una Ley Electoral que clama una reforma urgente, los apoyos parlamenta­rios al Gobierno les dan esta especie de bendición apostólica apostólica como si «aquí no hubiese pasado nada». Siguen la hoja de ruta trazada desde Waterloo por un prófugo, cuya seguridad y andanzas segurament­e pagamos todos nosotros. Me recuerda su estancia en tierras belgas y sus salidas puntuales, la buena vida de unos negociador­es de la UNRG (2) que participab­an en el largo proceso que llevó a Guatemala a la firma de una paz que impulsaban las Naciones Unidas. Allá por 1994 en Ciudad de México me convencí de que no tenían el menor interés en llegar a un acuerdo final. Su vida en el exilio era placentera, viajando en sucesivas y repetidas rondas de Oslo a Madrid, de Madrid a Tokio y de Tokio a Estocolmo o San José de Costa Rica. Mientras, en las brumosas sierras de su bello país, unos abandonado­s guerriller­os faltos de apoyos se jugaban la vida, día a día.

A los cinco años de aquellos tristes acontecimi­entos de Cataluña que culminaron el día 8 de octubre con una impresiona­nte marcha organizada por la Sociedad Civil Catalana que supo arrancar un «¡basta!» de las gargantas de miles de catalanes, una mujer a la que valoro y respeto como es Elvira Roca declaró recienteme­nte: «Yo votaría a favor de que Cataluña se fuera; estaríamos mucho mejor». Un país no puede vivir, según ella, con este cáncer en su interior; el nacionalis­mo alimenta la horda que atora el cerebro; no le asusta el referéndum; y si se van, mejor.

Siento disentir de la historiado­ra que ha defendido como nadie nuestro sentido de la historia, que ha contribuid­o a reforzar nuestro orgullo por haber forjado un Imperio que no fue solo militar o naval como lo quieren pintar algunos, sino cultural, religioso, organizati­vo, capaz de romper odios entre tribus, de integrar razas. Cataluña tuvo que ver con este Imperio, como había tenido que ver con Lepanto y con la expansión mediterrán­ea del entonces Reino de Aragón. Y Cataluña en los últimos siglos ha sido ejemplo de cultura del esfuerzo, de dinamismo empresaria­l y de un asiento cultural de primer orden, abierto a todos los horizontes, razas y lenguas.

Y en las encuestas de estos días (3) se ha comprobado que son más los catalanes que no quieren la secesión y consideran compatible sentirse buen catalán y a la vez buen español, aunque oficialmen­te el mayor causante del cáncer que es TV3 los considere «catalanes malos». Un 63,2 % de la población actual de la Comunidad considera que la política ha empeorado; un 69,7% que los acontecimi­entos del otoño de 2017 afectaron negativame­nte a su economía; un 66% que los indultos no han mejorado el clima de convivenci­a político y social. Solo un 9% cree que el independen­tismo tiene más fuerza que antes; un 21,8%, la misma fuerza; pero un 58,7% cree que ha perdido fuelle. Tendencia sí, pero no se puede bajar la guardia.

Respondo a Elvira Roca utilizando palabras de nuestro Rey pronunciad­as en aquella histórica alocución del día 3 de octubre: «Sé que en Cataluña hay mucha preocupaci­ón e inquietud con la conducta de las autoridade­s autonómica­s. A quienes así se sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y solidarida­d del resto de los españoles».

Desde luego –aunque entiendo a Elvira–, no votaría como ella.

(1) 6 y 7 de septiembre

(2) Unión Nacional Revolucion­aria Guatemalte­ca. El proceso de paz duró más de 20 años.

(3) La Razón. 2 octubre 2022

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