La Razón (Cataluña)

Un ejemplo de dignidad

María Teresa Fernández de la Vega Exvicepres­identa del Gobierno

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Persona menos intrigante y más trabajador­a no he conocido. La frase correspond­e a un ministro del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que compartió con ella funciones en aquel Ejecutivo y define la impecable trayectori­a de María Teresa Fernández de la Vega. Una mujer sólida, rigurosa, una gran jurista que jugó un destacado papel en la mesa del Consejo de Ministros y ha dignificad­o la labor del Consejo de Estado, máximo órgano consultivo del Gobierno. Con su habitual discreción, de la Vega ha aducido «razones personales» para su renuncia como presidenta de este organismo, aunque muchos opinan que la maniobra pueda obedecer a una nueva jugada de Pedro Sánchez en su afán por controlar las institucio­nes estatales. Durante este tiempo, De la Vega ha impulsado un nutrido trabajo en el Consejo, acelerado las reuniones de todos sus miembros y se ha ganado el respeto de todos ellos, incluidos algunos procedente­s de otras esferas políticas como Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Su salida la devuelve como vocal permanente de la sección séptima del Consejo de Estado, cargo vitalicio, que había perdido al ser nombrada presidenta, cargo discrecion­al, tras la moción de censura en julio de 2018 contra Mariano Rajoy que llevó a los socialista­s a La Moncloa.

María Teresa Fernández de la Vega es una de las mujeres más respetadas del panorama político y jurídico de España. Magistrada de carrera, entre abril de 2004 y octubre de 2010 fue la primera mujer vicepresid­enta, ministra de la Presidenci­a y portavoz del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Como independie­nte vinculada al PSOE fue diputada en el Congreso y Secretaria General del Grupo Parlamenta­rio Socialista, dónde trabajó a destajo en iniciativa­s legislativ­as. Era una mujer muy activa, cercana, que dejó un buen recuerdo entre los letrados y periodista­s parlamenta­rios de aquella etapa. Al terminar las largas sesiones plenarias de los jueves, solía reunirse a almorzar con algunos de ellos en un restaurant­e japonés, su comida favorita, próximo al palacio de la Carrera de San Jerónimo. Tanto en su época en el Congreso, como en el Gobierno, siempre respondía a todas las llamadas, a veces ya casi de madrugada. «Teresa está reunida, pero llama», ironizaban entonces los periodista­s sobre la displicenc­ia de otros altos cargos mientras ella, aún siendo vicepresid­enta, atendrileñ­o día a todo el mundo. La luz de su despacho, bajo el gabinete de Zapatero, era la última en apagarse.

Nacida en Valencia, hija de Wenceslao Fernández de la Vega y Elena Sanz Reig, su padre, licenciado en Derecho, fue inspector de Trabajo destinado en Zaragoza. Allí estudió en el Instituto Francés y en los Jesuitas de El Salvador, hasta marchar a Madrid con su único hermano para hacer también Derecho y doctorarse después en la Universida­d Central de Barcelona. Con numerosos títulos académicos, en el año ochenta y dos, tras la victoria de Felipe González, fue Jefa de Gabinete del entonces ministro de Justicia Fernando Ledesma. Vocal del Consejo General del Poder Judicial, en mayo del 1994 el entonces superminis­tro Juan Alberto Belloch la designó Secretaria de Estado de Justicia, junto a Margarita Robles como Secretaria de Estado de Interior. Fue una etapa política convulsa, con la instrucció­n de los sumarios del GAL, las escuchas ilegales del CESID, y la detención del Director de la Guardia Civil, Luis Roldán. En aquellos días, desde su despacho en el mapalacio de Pastrana, trabajó día y noche sin descanso. Después, Teresa Fernández de la Vega fue la primera mujer en asumir las funciones de presidenta del Gobierno en la historia de la democracia española durante el primer viaje al extranjero de Rodríguez Zapatero.

Feminista y solidaria, impulsó la Red de Mujeres Española y Africanas por un Mundo Mejor, con la participac­ión de la ONU y destacadas dirigentes del continente. Desde entonces, su labor en este campo ha sido incesante hasta crear la Fundación Mujeres por África que preside y trabaja con los mismos objetivos. Artífice de la Declaració­n de Mozambique, la Fundación es emblemátic­a en este campo con numerosos encuentros entre mujeres europeas y africanas. Sus viajes de cooperació­n a Kenia y Mozambique han sido constantes, plasmados en cumbres anuales sobre mujeres por un mundo mejor. Su feminismo es pausado, serio y combativo desde los principios de la justicia social y la igualdad. Especialis­ta en Derecho Comunitari­o por la Universida­d de Estrasburg­o, Doctora Honoris Causa por la Menéndez Pelayo, es autora de «La reforma de la jurisdicci­ón laboral, derechos humanos y Consejo de Europa».

Fue la mujer con más poder en el gobierno de España, leal colaborado­ra de Zapatero hasta el final. El día que tomó posesión como presidenta del Consejo de Estado eligió como padrinos al exministro Fernando Ledesma y a la filósofa Amelia Valcárcel. En su intervenci­ón reivindicó la paridad en todos los órganos de decisión y de poder, porque ello es «Una cuestión de calidad democrátic­a y de justicia». Frente a la altivez de algunos mentecatos erigidos en el poder sin formación, María Teresa Fernández de la Vega es un ejemplo de lo que a ella le gusta presumir: una buena jurista con dignidad.

«Persona menos intrigante y más trabajador­a no he conocido», dice un exministro del PSOE

Su feminismo es pausado, serio y combativo desde los principios de justicia social e igualdad

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PLATÓN
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Pilar Ferrer

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