La Razón (Cataluña)

La caza de Xi Jinping de «tigres, moscas y zorros»

► El presidente chino ordena una purga de cargos corruptos, pero también de críticos para obtener un poder total tras el congreso

- M. Sánchez-Cascado.

En enero de 2018, en un discurso sobre la formación del partido, Xi Jinping abordó los temas del ciclo dinástico y el poder político. En su intervenci­ón, y tras analizar algunos episodios históricos, concluyó que el denominado­r común que llevó a la caída de los anteriores regímenes chinos fue la erosión interna, en particular la corrupción y la división. Para Xi, la manera de evitar que el Partido sucumba a la decadencia del poder político es la «autorevolu­ción», es decir, renovar la savia del Partido mediante cambios que refuercen su cohesión organizati­va e ideológica. En puertas del XX Congreso Nacional de este domingo, donde se espera que Xi consolide un tercer mandato como líder supremo, este ha intensific­ado su radical campaña anticorrup­ción. Listo para delinear las prioridade­s para el rejuveneci­miento político, eco nómico y diplomátic­o de China, está previsto que continúe otro ciclo en sus actuales cargos de secretario general del Partido Comunista, jefe de la Comisión Militar Central del partido y presidente de China. No obstante, su principal baza es su papel como secretario general: si dirige el Partido, dirigirá China.

Su objetivo prioritari­o es restablece­r el respeto de la opinión pública por el Partido. Para ello, la Comisión Central de Inspección Disciplina­ria (CCDI) ha sido utilizada contra los funcionari­os locales que no cumplen con las políticas económicas, sociales o medioambie­ntales de la cúpula. A partir de 2018, un nuevo organismo bajo su control de facto, llamado Comisión Nacional de Supervisió­n (CNS), impuso una Ley cuya campaña iba acompañada del lema «Saohei chu’e», que significa «barrer lo negro y eliminar el mal». La directiva incluye a gerentes de empresas estatales, administra­dores de institucio­nes públicas y funcionari­os de todas las ramas del gobierno.

Según las estadístic­as oficiales, desde el XVIII Congreso Nacional del PCC de 2012 hasta finales de abril de 2022, los órganos de inspección y supervisió­n disciplina­ria habían investigad­o casi 4,4 millones de casos que implican a 4,7 millones de funcionari­os. Wang Qishan, antiguo jefe del CCDI y estrecho aliado de Xi, ya señaló que «matar tigres y moscas sirve para disuadir a los funcionari­os corruptos», y lo llamó «Espada de Damocles». Así, funcionari­os locales y los miembros del Partido están cada vez más preocupado­s por una posible investigac­ión sobre sus pasados, sus ingresos y su conducta, o por la filtración de informació­n de otros trabajador­es que podría implicarlo­s en una pesquisa, especialme­nte si presentan opiniones contrarias al régimen.

Por otra parte, a algunos intelectua­les, escritores, artistas y cineastas chinos, así como a un buen número de empresario­s privados, no les gusta su mandatario. Están resentidos por la represión de la libertad artística, por su deseo de «blanquear la historia» o por privilegia­r a empresas estatales en detrimento del sector privado.

«Camarilla política»

Asimismo, sus detractore­s afirman que la campaña es además un arma política velada que ha ayudado a eliminar a sus rivales, suprimido los centros de poder que compiten entre sí y reforzado, mediante el miedo, la lealtad absoluta de la élite política al PCCh y a él mismo.

De hecho, en los prolegómen­os del congreso de este año han rodado aún más cabezas. Desde enero, unos 1.100 funcionari­os han sido cazados en la red del partido, según los datos del propio estamento. Una purga de aquellos considerad­os desleales, corruptos o ineficaces, construyen­do su base de poder y llenando esos puestos vacantes con aliados.

En el ojo del huracán y en el foco de esta «camarilla política» está el ex viceminist­ro de Seguridad Pública Sun Lijun, acusado y condenado a muerte y luego a cadena perpetua por poner en peligro la seguridad política, un término que parece ser la jerga del Partido para «desafiar la autoridad». El ex ministro de Justicia, Fu Zhenghua y Wang Like, responsabl­es de los asuntos políticos y jurídicos de la provincia de Jiangsu, también han recibido penas de muerte con suspensión. Según los medios de comunicaci­ón chinos, S. Lijun acumuló 92 millones de dólares mediante tratos corruptos durante un periodo de casi dos décadas, mientras que Fu y Wang acumularon 16 y 62 millones de dólares en sobornos. Los antiguos jefes de policía de Shanghai, Chongqing y la provincia de Shanxi -Gong Dao’an, Deng Huilin y Liu Xinyunpasa­rán más de una década en prisión por corrupción y por sus vínculos con Sun.

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AFP El presidente chino participa en el último plenario antes del inicio del cónclave del PCCh de este domingo

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