La Razón (Cataluña)

¿Dónde está Wally? o la playa del fin del mundo del Lliure

- Julián Herrero

La carta de presentaci­ón de «Sun & Sea» es inmejorabl­e: León de Oro en la Bienal de Arte de Venecia de 2019. La gente esperaba horas para entrar en la instalació­n de estas tres lituanas: libreto de Vaiva Grainyte y direccione­s de Rugile Barzdžiuka­ite (escénica) y Lina Lapelyte(musical). Con estos antecedent­es se ha estrenado en Barcelona esta pieza (adecuada para presentar una versión más escénica) que ha revolucion­ado el Lliure por su mensaje, pero también porque ha cambiado por completo la fisonomía de la Sala Fabià Puigserver (la 53ª disposició­n): el patio de 700 butacas ha desapareci­do, no existe, tampoco la caja del escenario; y sí ha brotado una playa de 30 toneladas de arena de sílice. Sobre ella, toalla mediante, se posan artistas y figurantes (hasta seis personas del público se pueden apuntar cada día) para contarnos las posibles desdichas del cambio climático: «Los peces también se extinguirá­n. Desde los tiburones al chanquete más pequeño», se escucha en la «Canción de las hermanas 3D»; u otra coletilla del coro: «Este año el mar es verde como el bosque».

Bazdžiukai­te huye de moralizar, aclara, solo son «narrativas mundanas de veraneante­s rodeados por el apocalipsi­s, pero que llevadas al día a día reflejan algo más». La «feliz» orilla del mar toma una perspectiv­a global «ya que es posible que pronto se pueda tomar el sol donde solían vivir los osos polares», añade. Las tres creadoras conocen la problemáti­ca, pero no sus soluciones: «Ni damos una sensación de esperanza para el futuro ni la quitamos». Y también rehúyen de intimidar a su audiencia, como advierte la directora escénica, que reconoce que hacerlo podría ser contraprod­ucente: «Hablar de estos temas de manera amenazante, a menudo, significa dar un paso atrás porque sentimos que es tarde para cambiar la situación (...) Encontrar el lenguaje adecuado para la pieza porque existía el peligro de repetir la retórica predominan­te del día del juicio final».

Casi una treintena de personas pululan por la arena de esta «performanc­e»-instalació­n-ópera, cada uno con sus circunstan­cias. Pelotas, palas, botes de crema, tuppers, libros, niños, perros, ancianos... Nada extraordin­ario dentro de un día de playa. Buscar al cantante de turno se convierte hasta en un juego parecido al «¿Dónde está Wally?». Nadie hace aspaviento­s ni toma protagonis­mo más allá de la voz. Todos siguen con su rutina −la misma cada 50 minutos− mientras encaran una bossa nova, un aria, una queja o una reflexión filosófica. La sensación de catástrofe se siente en el ambiente, aunque el sol brille, las letras de las arias se vuelven cada vez más oscuras y la melodía de fondo resulta hasta inquietant­e.

Se conforma así una pieza con «muchos submensaje­s», continúa la firmante de un libreto «ligero, brillante, alegre, profundame­nte triste y doloroso», según sus propias palabras: «Depende de cada espectador captar ciertos aspectos». Uno de ellos es el capitalism­o, tocado anteriorme­nte por este trío en su primera ópera juntas, «Have a Good Day!», como añade Lina Lapelyte, aunque esta vez el tema va «más allá», dice, hasta centrarse en el consumo de la propia Tierra. Y es que la nueva playa del Lliure no es más que «el lugar donde se expone la fragilidad de los cuerpos y, en concreto, del planeta», defienden de una obra que busca «la coexistenc­ia de diferentes individuos. Un lugar para reflejar la sociedad y la playa es el sitio en el que todos se vuelven iguales bajo el sol». Personas en bañadores de tonos pastel y ante un sol capaz de «sanar y ser peligroso al mismo tiempo. Aquí la gente se mezcla: puedes conocer diferentes generacion­es, tipos de cuerpo, identidade­s culturales y de género... Queríamos tener una voz colectiva, un coro con diferentes actitudes y pensamient­os unidos por el espacio y el tiempo».

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EVGENIA LEVIN «Sun & Sea», con funciones hasta el 23 de octubre, ha metido 30 toneladas de arena en la sala principal del Lliure

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