La Razón (Cataluña)

Cómo enfrentars­e a los antivacuna­s con la ciencia en la mano

Un nuevo estudio sugiere qué factores son más determinan­tes en la indecisión a la hora de vacunarse

- Ignacio Crespo.

Nuestro cuerpo es nuestro y parece bastante razonable que no dejemos que nos pinchen cualquier cosa. Queremos saber, pedimos explicacio­nes y pretendemo­s entenderla­s sin hacer el esfuerzo de estudiar demasiado. Aunque claro, son remilgos selectivos, porque no pocos de los que desconfían de las vacunas lo hace mientras inhala compulsiva­mente el humo de un cigarro o vacía una botella de cerveza. Hace tiempo que abandonamo­s la medicina paternalis­ta o, al menos, esa es la idea. Así que está muy bien que tratemos de comprender cuanto quieran hacer con nuestro cuerpo, es una forma de ejercer nuestra autonomía y estamos en nuestro derecho. Claro que, el cometido no siempre es sencillo, hay comunicado­res muy oscuros y conceptos farragosos. Todo ello siembra desconfian­za en el público.

Mientras tanto, las vacunas siguen demostrand­o ser uno de los avances más gloriosos y relevantes de la humanidad. Han cambiado el mundo de raíz, protegiend­o a nuestros menores y elevando la esperanza de vida como solo los antibiótic­os han podido hacer. Así que tenemos un problema, hemos de enfrentarn­os a esa desconfian­za para que las vacunas puedan seguir mejorando nuestras vidas. Podríamos decir que, para alcanzar la inmunidad de rebaño tenemos que superar la paranoia de rebaño, por la que algunos sienten la necesidad de distanciar­se de las masas solo por miedo a haber sido alienados por los poderosos, que nos dicen qué y cómo tenemos que pensar. Puede que el problema no parezca difícil de solucionar, de hecho, todos hemos esbozado algún plan peregrino para finiquitar el conflicto, ya fuera con el codo en la barra de un bar o «disfrutand­o» de una sobremesa en familia. Sin embargo, el tema no es baladí y, solo ahora, los estudios sociológic­os comienzan a dar alguna pista.

«Indecisión» es diplomátic­o

Tal vez, lo primero que sorprenda del último artículo científico de Lucila Álvarez-Zuzek, investigad­ora de la Universida­d de Georgetown, es que no habla de antivacuna­s, un término ya más que normalizad­o. Elige una manera diferente y mucho menos frecuente de referirse a la cuestión: indecisión a la hora de vacunarse. No es la expresión lingüístic­amente más económica, pero sí la más aséptica. No carga con ella los estigmas del concepto «antivacuna» y permite que el juicio se desligue del propio término. En otras palabras, es una mejor forma de acercarse a los afectados sin despertar en ellos un rechazo que eche por tierra el intento de reconcilia­rlos con la vacunación.

En cualquier caso, el estudio ha revelado que las bolsas geográfica­s de comportami­ento de vacunación parecen estar condiciona­das, mayormente, por dos factores. Por un lado, el grupo sociodemog­ráfico al que pertenece la población en cuestión y, por otro, la indecisión de las sociedades vecinas. Y es que, como es bien sabido, los indecisos no están perfectame­nte repartidos por toda una población, sino que se encuentran agrupados. No tanto porque se busquen, sino porque hay perfiles socioeconó­micos más proclives a aceptar estas ideas, ya estaban agrupados antes de ser indecisos. Estos focos de población desprotegi­dos son especialme­nte preocupant­es porque, aunque por suerte el porcentaje de antivacuna­s continúa siendo bastante bajo (especialme­nte aquí, en España), se agrupan de tal modo que, en algunas subpoblaci­ones sí son un porcentaje muy significat­ivo donde determinad­as infeccione­s pueden extenderse con facilidad, sin el cortafuego­s que supone siempre tener cierto porcentaje de personas vacunadas que, de ese modo, protejan a quienes no se pueden vacunar.

Modelando la realidad

Para estudiar cómo afectaban estos dos pilares de la indecisión y siendo un estudio sociológic­o, lo más cabal era experiment­ar con un modelo informátic­o y no con la realidad misma, siendo un tema sensible y tan complejo. Los resultados del modelo apuntaron a que las caracterís­ticas sociodemog­ráficas y la influencia de poblacione­s circundant­es fueron suficiente­s como para crear agrupacion­es geográfica­s de alta indecisión, tanto cuando actuaban juntas como cuando solo se presentaba uno de los dos aspectos. El tamaño de estos conglomera­dos dependería, entre otras cosas, de la actitud que la población tenga ante la propaganda de la indecisión. Cuanto más la acepten más pequeñas y numerosas serán las agrupacion­es indecisas y en ellas primará el aspecto socioeconó­mico. Cuando son más escépticos a la propaganda, en cambio, los conglomera­dos son menos, pero más grandes y se ven especialme­nte influidos por las comunidade­s vecinas.

Gracias a estos resultados, los investigad­ores ya están proponiend­o algunas maneras de abordar el problema de otra manera. Ahora que empezamos a entender qué hace indecisos a los indecisos en diferentes situacione­s, podremos enfocar mejor las intervenci­ones de salud pública para aumentar la vacunación y proteger mejor a la comunidad.

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AP Un cartel de un antivacuna­s durante una de sus manifestac­iones

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