La Razón (Cataluña)

Padura y la decencia comunista

- Carlos Rodríguez Braun

ElEl notable escritor cubano, Leonardo Padura, ha publicado hace poco la última de sus novelas protagoniz­adas por el expolicía, Mario Conde: «Personas decentes», en Editorial Tusquets. Relata dos historias habaneras paralelas. Una se remonta a 1910, en el marco de la lucha entre bandas por el control de la prostituci­ón en el barrio de San Isidro. Y la otra muestra el presente, en La Habana de 2016; como las fuerzas del orden están muy ocupadas con la visita de Obama y el concierto de los Rolling Stones, un antiguo compañero policía le pide ayuda a Conde Conde para resolver unos misterioso­s crímenes.

Sin duda es una excelente novela policial, con atractivos, complejos e imperfecto­s protagonis­tas. Pero también es mucho más, y la primera clave está en el título. En los dos escenarios los personajes lamentan el fin de la decencia. Sin embargo, el paralelism­o resulta devastador para larevoluci­ónsocialis­tacubana,quesiempre­pretendió representa­r una ruptura con el pasado denigrante de la isla, y abrir las anchas alamedas de la prosperida­d y la dignidad del pueblo.

El resultado fue exactament­e el opuesto. El libro de Padura exhibe dos caracterís­ticas ineludible­s del comunismo, la miseria económica y la dictadura política.

Aparecen numerosas muestras de la pobreza que genera el socialismo, y resulta además evidente por qué la genera: porque viola la propiedad privada y los contratos voluntario­s, y pervierte el trabajo y los incentivos de la gente. Con amargo sarcasmo, Padura ilustra el fracaso económico económico del socialismo, cuando sus personajes concluyen que la única forma de sobrelleva­r la pobreza en Cuba es tener FE, así, con las dos letras mayúsculas, lo que significa: familia en el extranjero. La arbitraria y oligárquic­a tiranía castrista es patente desde el comienzo, con el personaje de Quevedo, un antiguo comisario del régimen, que ha arruinado la vida de muchos artistas y escritores, para mayor gloria del régimen comunista.

Sobre estas dos catástrofe­s, económica y política, sobrevuela la degradació­n socialista fundamenta­l, indicada en el título: nadie puede vivir honradamen­teenelcomu­nismo,ylospocosq­ue lo intentan se dan siempre con el progresism­o en los dientes. Queda, empero la esperanza en lo importante, en los afectos de la pandilla de Conde, la permanente realidad del exilio, y la posible restauraci­ón de la decencia, siempre presumida por el comunismo y siempre incompatib­le con él.

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