La Razón (Cataluña)

El don de la Eucaristía

- Juan José Omella Cardenal Arzobispo de Barcelona

HoyHoy quisiera compartir con vosotros un testimonio precioso sobre la Eucaristía. Su autor es san Justino, un filósofo y mártir del siglo II. Sobre el año 150, Justino dirigió un escrito al emperador de Roma en el que le explicaba, entre otros temas, qué hacían los cristianos en sus reuniones de los domingos.

Dice Justino que, en el llamado día del sol (el domingo), los cristianos se reunían siempre en un mismo lugar. Empezaban la reunión leyendo las memorias de los apóstoles apóstoles y los escritos de los profetas. Cuando terminaban, el que presidía tomaba la palabra y animaba a la comunidad a reflexiona­r sobre los relatos que habían leído.

Después, la comunidad se ponía de pie y oraba por los demás, tanto por los presentes como por los que no habían podido ir aquel día. Al acabar, todos se daban el beso de la paz.

A continuaci­ón, el que presidía tomaba un poco de pan y una copa de vino y dirigía a Dios una oración de acción de gracias. Cuando esta terminaba, los diáconos distribuía­n el pan y el vino entre los presentes y lo llevaban también a los ausentes, especialme­nte a los enfermos.

San Justino concluye diciendo que, al terminar la celebració­n, quien quisiera podía dar una parte de sus bienes a quien presidía la celebració­n. Estos bienes se entregaban a las personas que no tenían recursos para vivir: las viudas, los huérfanos, los enfermos y los presos.

En este testimonio podemos observar que la celebració­n de la misa en el siglo II era prácticame­nte igual a la que celebramos hoy en día. Los primeros cristianos, como los de ahora, intentaban ser fieles cada domingo a las palabras de Jesús en el Evangelio: «Haced esto en memoria mía» (Lc 22,19).

Justino llama a esta celebració­n Eucaristía, palabra de origen griego que significa acción de gracias. Y es que cuando participam­os en la Eucaristía agradecemo­s a Cristo que haya querido unir su vida a la nuestra. El encuentro dominical con el Señor nos da fuerzas para vivir el presente con confianza y afrontar el futuro con esperanza.

El testimonio de Justino nos enseña también que la Eucaristía y el amor a nuestros hermanos están íntimament­e unidos. La Eucaristía nos ayuda a salir de nosotros mismos y a convertirn­os en buen pan para los demás, especialme­nte para los más necesitado­s.

Queridos hermanos y hermanas, ojalá que sepamos participar en la Eucaristía con la misma fe y con la misma entrega con la que han participad­o los santos a lo largo de los siglos. Que María nos ayude a acoger con agradecimi­ento el don de la Eucaristía y a hacer de nuestra vida un regalo para los demás.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain