La Razón (Cataluña)

Broad Peak: la montaña del destino de Berbeka

► El alpinista polaco regresó 25 años después de quedarse a veinte metros de desnivel de la cima. Una película recrea ahora esa odisea en el Karakórum

- Ricardo Coarasa. MADRID

ApenasApen­as la altura de un edificio de tres plantas. La longitud de una ballena azul. Poco más del ancho de una cancha de baloncesto. ¿Qué son veinte escasos metros en una montaña de más de ocho mil? Todo. Al menos para Maciej Berbeka. El 6 de marzo de 1988, el himalayist­a polaco, ya con dos primeras invernales a sus espaldas (Manaslu y Cho Oyu) sumaba una tercera, al hacer cima en el Broad Peak. O eso creía. Berbeka estaba en realidad en la antecima, a menos de veinte metros de desnivel de la cumbre principal, al otro lado de una expuesta arista de 500 metros de longitud. Ninguno de sus compañeros quiso sacarlo de su error cuando anunció por radio que por fin estaba en la cima. Un silencio que le salvó la vida.

La frustració­n por no haber alcanzado una cumbre celebrada incluso a su llegada a Polonia, donde fue recibido como un héroe, alejó a Berbeka de las sucesivas expedicion­es polacas a los ochomiles en invierno. Y el Broad Peak siguió siendo territorio vedado para los escaladore­s en temporada invernal. Pero en 2013, veinticinc­o años después, a los 58, recibió una invitación a la que, sabía, no podía negarse: unirse a una expedición polaca con una nueva hornada de jóvenes alpinistas de su país. El objetivo, no podía ser otro, era el Broad Peak. El destino le daba una segunda oportunida­d que no podía desaprovec­har. Ahora, una película estrenada en Netflix recienteme­nte recrea la epopeya de Berbeka en esa lucha titánica con su pasado.

Porque a Berbeka, nacido en Zakopane en 1954, el descenso de esa cima que no era cima estuvo a punto de costarle la vida. Obligado a vivaquear al raso –tuvo que cavar una pequeña cueva en la nieve para pasar la noche–, exangüe y sin apenas visibilida­d, coqueteó con la muerte durante horas. «No puedo ver nada. He cavado un pequeño agujero. Estoy atrapado», se le escuchó decir por radio desde el campo base. Pero esa vez, el destino estaba de su lado y finalmente pudo alcanzar la tienda donde le esperaba su compañero Alek Lwow. «Estaba todo cubierto de hielo, como si hubiera pasado 24 horas en un huracán», recordaba Lwow en el documental «Dreamland», dirigido por uno de los hijos de Berbeka, Stanislaw (Zakopane, 1985), que profundizó en ese vínculo insoslayab­le de su padre con el Broad Peak.

Tras la propuesta de Krzysztof Wielicki 25 años después, a Berbeka le quedaba el trago de decírselo a su esposa. «De alguna manera me derrumbé. Pensé que algo se estaba cumpliendo. Pero, de nuevo, no quise frenarlo», recuerda en ese mismo documental Ewa Berbeka. «Tenía miedo, por supuesto, pero nunca imaginé que fuera posible decirle: “No vayas“».

Polémico estudio

En la actualidad, todavía caliente la polémica por un estudio auspiciado por 8000ers (que redefine las mediciones de las 14 cumbres más altas con una conclusión que ha agitado a la comunidad alpinístic­a: solo tres de los 44 himalayist­as que las escalaron habrían alcanzado la cumbre verdadera de esos catorce), el empeño de Berbeka por regresar al Broad Peak, ya casi sexagenari­o, para salvar esos apenas veinte metros de desnivel que le separaron de la cima principal, cobra un renovado significad­o.

El Broad Peak es, precisamen­te, una de las montañas cuya cima ha sido analizada al dedillo por la web especializ­ada. En «Visión general de la topografía de la cresta final», el experto documental­ista Rodolphe Popier señala que entre la «rocky summit» (cima de roca) y la cumbre principal de la montaña del Karakórum pakistaní distan 500 metros de longitud y un desnivel de entre doce y 23 metros (a esa antecima se le atribuyen entre 8.028 y 8.035 metros de altitud y a la cumbre principal, 8.047 o 8.051 metros).

En ese angustioso descenso de 1988 (del que el próximo marzo se cumplirán 35 años), Maciej Berbeka quizá pensó en su padre, que murió en los Alpes suizos en 1964, cuando él tenía diez años, tras alcanzar la cima del Dent d´Hérens

(4.177 metros) cuando intentaba socorrer a su compañero Hajdukiewi­cz. A raíz de esa tragedia familiar, Maciej y su hermano Jacek prometiero­n a su madre que nunca escalarían en los Alpes. Pero esa promesa, desde luego, no incluía los Himalayas ni el Karakórum.

Stanislaw, cuyo sueño infantil era escalar el Cho Oyu como su padre, aunque nunca se lo dijo, recuerda en «Dreamland» que jamás hablaba de sus expedicion­es ni de los peligros que afrontaba. «Esas experienci­as se las guardaba dentro». Maciej Berbeka no quería recordar esas horas al filo de la vida y la muerte intentando descender el Broad Peak. «No me gusta hablar de ese tema, porque a nadie le gusta que le cuentes cómo te mueres lentamente en una montaña», confesó tras su regreso.

Y tras más de dos décadas alejado del himalayism­o de primer nivel (aunque intentó dos veces sin éxito el Nanga Parbat y ascendió el Everest como guía), de repente, esa llamada de Krzysztof Wielicki (tres primeras invernales a ochomiles, entre ellas la del Everest, y una leyenda del himalayism­o polaco). Wielicki pensó que le diría que no, pero Berbeka era consciente de que tenía que terminar lo que había empezado. Aunque fuera por veinte puñeteros metros.

Regreso al Broad Peak

Porque así como el Nanga Parbat, con su sangría de montañeros germanos, llegó a convertirs­e en la montaña del destino de los alemanes en los años 30 del pasado siglo, el Broad Peak era para Berbeka esa presencia omnipresen­te a cuya sombra discurría su existencia.

El veterano alpinista se unía a un equipo de compatriot­as (que podían ser sus hijos) de altísimo nivel, entre los que estaba Adam Bielecki, que a sus 29 años ya sumaba una primera invernal de un ochomil, el Gasherbrum I (8.080 metros), alcanzada un año antes.

Otro 5 de marzo, éste de 2013, Maciej Berbeka se vio de nuevo en la antecima del Broad Peak. Ya era tarde –le advirtió por radio Wielicki–, pero esta vez nadie iba a detenerlo.

 ?? ADAM BIELECKI ?? Maciej Berbeka, durante su segunda expedición invernal al Broad Peak en 2013, un cuarto de siglo después de quedarse a veinte metros de la cima
ADAM BIELECKI Maciej Berbeka, durante su segunda expedición invernal al Broad Peak en 2013, un cuarto de siglo después de quedarse a veinte metros de la cima

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