La Razón (Cataluña)

El triunfo, al fin, de la consorte: «Se más Camilla»

► Con su naturalida­d captada en sus últimas fotos ha logrado ganarse la simpatía del pueblo británico

- Celia Maza. LONDRES

EnEn el Reino Unido se ha implantado una nueva expresión: «Se más Camilla». Lo que viene a decir es que no te tomes las cosas demasiado en serio, que seas capaz de reírte de ti mismo, que intentes hacer agradable la vida a los que te rodean y, ante todo, que no guardes rencor. Sería quizá demasiado aventurado decir que los británicos se han reconverti­do en Camillista­s. El club de fans de Lady Di sigue siendo demasiado poderoso. Pero, definitiva­mente, las cosas han cambiado –y mucho– para la actual reina consorte. La que en su día fue considerad­a «la mujer más odiada del país» siempre supo mantenerse fiel a su estilo. Y ahora, al fin, comienzan a reconocérs­elo.

El hecho de que Shane Watson, la columnista del muy monárquico diario «The Telegraph», dedicara uno de sus últimos textos alabando la actitud de la esposa de Carlos III denota hasta qué punto está cumpliendo con creces con su nuevo papel. Se cumple ahora un mes de la muerte de Isabel II. Siempre existió el temor de cómo el pueblo aceptaría la «transición tranquila» que desde hace tiempo se gestaba en el Palacio de Buckingham y, ante todo, cómo responderí­an al ver a Camilla convertida en reina consorte. Pero todos los analistas coinciden: pasa con nota alta.

El primer viaje que esta semana Carlos III y Camilla realizaban a Escocia tras el periodo de luto –a nadie se le olvida que el desafío independen­tista es uno de los retos más importante­s para el nuevo reinado– fue considerad­o todo un éxito. Aunque con la apretada agenda de los actos del funeral de Isabel II, Camilla ya había dejado claro que comenzaba una nueva era donde, al fin, ha encontrado su sitio.

Un pitillo a escondidas

«Nunca habríamos dicho «Sé más Reina Isabel», pero Camilla se parece más a nosotros», escribía recienteme­nte Watson. «Es el tipo de mujer que definitiva­mente ha dejado de fumar pero que, sin embargo, podría fumarse un pitillo en la puerta trasera de vez en cuando. Alguien que fácilmente podría quedarse en bata hasta el almuerzo, o dejar que los perros coman tostadas sobre la mesa, y a la que siempre se ve feliz. Estoy bastante segura de que va a ser una persona que estamos en camino de admirar mucho. Pero además de eso, Camilla tiene un estilo que es sor

prendentem­ente identifica­ble», añade. Lo que gusta ahora de la reina consorte es que tiene algunas de las mejores cualidades de Isabel II, pero, al mismo tiempo, se la ve campechana. Y ante todo, es natural. Le han ofrecido muchos nombres de fabulosos cirujanos plásticos. Pero a sus 75 años muestra con orgullo sus arrugas.

Luego está su buen talante. Con la polémica creada por la reacción de Carlos III durante sus primeros días en el trono por los problemas causados por la tinta de una pluma a la hora de firmar los documentos, ella trató de calmar el estado de ánimo, siempre vigilante y lista para intervenir con una sonrisa tranquiliz­adora.

Camilla siempre intenta buscar el lado positivo de las cosas. Y, por encima de todo, ha demostrado que es capaz de perdonar. Durante largos años fue presentada como la «pérfida amante», la «diana» de todas las críticas. Pero ahora que se ha convertido en reina consorte no tiene especialme­nte ganas de revancha. No es su estilo.

Pueblo remoto

Cuando la hija del comandante Bruce Shand entró oficialmen­te a ser miembro de la familia real tenía ya 58 años. No fue fácil. Unirse a la realeza es un poco como mudarse a un pueblo remoto: nadie te considera local durante una generación o dos, o al menos hasta que llegue el siguiente forastero. Aunque como dicen los actores de Hollywood, es más fácil permanecer normal cuando te acercas a los delirios de la vida de una celebridad en edad adulta que cuando eres un bebé, como Carlos, o una adolescent­e, como le pasó a Diana.

Camilla tuvo que hacer la transición sin contar además con ningún apoyo. No tenía el visto bueno de la soberana y ni mucho menos el cariño de los súbditos. Tuvo que aprender cómo hablar y cómo callar. Una lástima porque ingenio no le falta.

Cuando se metió en «La Firma», la entonces duquesa de Cornuall estuvo que ganarse, sino el cariño, al menos el respeto de un pueblo que jamás le dio la oportunida­d de conocerla. Sus insaciable­s fuerzas por agradar la llevaron a seguir a rajatabla un meticuloso programa elaborado por asesores de imagen. Pero ha sido a través de las fotos en las que se ha visto más natural con las que se ha ido ganando la simpatía de la calle. La clave: jamás ha intentado copiar a Diana.

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AP Carlos III y la reina consorte, en un acto oficial tras el fallecimie­nto de Isabel II

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