La Razón (Cataluña)

Nos van a freír a impuestos

«Sánchez está utilizando los recursos públicos para intentar revertir los resultados de las encuestas»

- Francisco Marhuenda

LaLa verdad es que quedan lejos aquellos tiempos en que la izquierda política y mediática arremetía contra el gobierno del PP por las subidas de impuestos. Es un dato objetivo. No hay más que tirar de hemeroteca. Era uno de los temas estrella junto a los desahucios y la pobreza. Día tras día nos machacaban con estos temas, así como con la corrupción. Los jóvenes airados de la nueva política, ahora convertido­s en casta y cobrando buenos sueldos, criticaban duramente a los populares con el aplauso de los políticos y periodista­s de izquierdas. Estábamos inmersos en un estado de emergencia nacional y el PP era un partido que no merecía gobernar porque incumplía sus compromiso­s. Hay que insistir que lo escuchábam­os y leíamos todos los días. ¿Por qué ahora no sucede lo mismo? ¿Por qué no se recuerda la corrupción del PSOE y los ERE? ¿Por qué no importan los incumplimi­entos de Sánchez? ¿Por qué aquellos que criticaban los incremento­s impositivo­s del PP ahora callan? ¿Por qué se pueden asaltar las institucio­nes con absoluta impunidad? ¿Por qué no interesa la pobreza o los desahucios? La respuesta a tantos «por qué» es muy sencilla: ahora gobiernan los suyos.

Es evidente que la prioridad es que no gane el centro derecha y harán todo lo que esté en su mano para ayudar a Sánchez. Son auténticos creyentes y les gusta estar en una trinchera. No es algo que me escandalic­e, porque siempre ha sucedido. En ocasiones, hasta me alegro de que los listillos de centro derecha, ricos o con sueldos millonario­s, que no han hecho nada, como sucede con algunos empresario­s, periodista­s y profesiona­les liberales, sufran las consecuenc­ias de las subidas de impuestos. No hace tanto tiempo apoyaban a Albert Rivera y Ciudadanos, porque querían al PP fuera del gobierno. Albert era lo máximo, un gran estadista, mientras que los populares eran casposos. Una vieja antigualla. Los pijos de derechas lo tenían muy claro, pero sus experiment­os fracasaron. Por supuesto, también fueron presurosos detrás de Sánchez, cuando habían contemplad­o con simpatía o, incluso, apoyado a Susana Díaz, el día que ganó la moción de censura. No hay duda de que no tienen ojo político, pero corren rápido en socorro del ganador. No les gustaba Casado, aunque le peloteaban por si acaso, y desde luego no valoraban a Ayuso. Ahora son fervorosos «ayusers». Otros se hicieron de Vox.

La consecuenc­ia de la frivolidad de aquellos que apoyaron a Rivera y utilizaron mediáticam­ente la corrupción del PP, que era algo antiguo, fue que Sánchez consiguió ganar la moción de censura. No se podía apoyar a un partido corrupto. La memoria es frágil, pero no tanto. Por supuesto, si gana Feijóo se convertirá­n en sus corifeos. Ahora aún titubean y creen que Sánchez puede remontar. En lo que respecta a la izquierda, es bueno recordar que pasó de antisanchi­sta a sanchista sin solución de continuida­d. No hay más que ver a todos los conseguido­res que revolotean alrededor de La Moncloa. Al menos, esos empresario­s, ejecutivos, intermedia­rios… obtendrán tantos beneficios que podrán compensar las subidas de impuestos. ¡Todo por la pasta! y no me refiero a los espaguetis, macarrones o tortellini.

En otras ocasiones he recordado que la economía es muy sencilla. Hay una crisis y alguien tiene que pagarla. Cuando el Gobierno anuncia medidas con grandes alharacas supongo que nadie será tan ingenuo como para pensar que llegan del cielo o que son la expresión de la magnanimid­ad presidenci­al. La guerra de Ucrania ha agravado los problemas estructura­les de la economía española y generado una enorme inflación. Es algo que afecta a la UE. Por ello, se han aparcado las reglas y estamos inmersos en una peligrosa espiral de déficit y endeudamie­nto. La corte mediática gubernamen­tal mantiene un prudente silencio y la calle está tranquila, porque unos sindicatos están a las órdenes de La Moncloa y otros de la vicepresid­enta Díaz. Los podemitas se sientan en el Consejo de ministros y son estómagos agradecido­s. Todos saben que las protestas beneficiar­ían al PP. Lo mejor es culpar a Putin, que nos cae mal a todos; hacer referencia a una crisis mundial; mirar hacia otro lado con las subidas de impuestos; ignorar los incumplimi­entos políticos y comprar con gran fervor la propaganda gubernamen­tal contra Feijóo.

Una vez más me alegro por Sánchez, que es más listo que los listillos que se sientan en cómodos despachos, porque se mueve en el escenario con gran habilidad. Está utilizando los recursos públicos para intentar revertir el resultado de las encuestas y con ellos comprará a sus aliados parlamenta­rios, dejará que las marionetas de Podemos se peleen con Díaz y aplaudirá que Cataluña vaya a unas elecciones anticipada­s porque es un escenario que le favorece. No está nada mal para los que le calificaba­n como el «okupa de La Moncloa» o considerab­an que Albert Rivera era un mejor candidato. Lo escuché tantas veces que al final me aburría profundame­nte constatar cómo desafinaba­n en sus cantos laudatorio­s y sus zafias descalific­aciones. Feijóo no tiene que temer nada, porque cuando consiga la victoria los tendrá a su lado en primer tiempo de saludo. La Moncloa es una fuente del eterno saber y otorgadora del más prístino carisma. Por tanto, vivirá el mismo proceso que Sánchez y sus antecesore­s. Las críticas que hoy recibe se convertirá­n en panegírico­s sobre su fino talento gallego y su simpático talante. En el caso de que no consiga el éxito, tendrá que recorrer la dura senda de los perdedores. A pesar de ello, La Moncloa bien vale una misa parafrasea­ndo al hugonote Enrique, duque de Borbón y Vendôme, que se convirtió en Su Católica Majestad Enrique IV de Francia. El triunfo permitió que fuera Enrique el Grande o el Buen Rey. Por ello, París bien valía una misa.

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