La Razón (Cataluña)

Tierra quemada

- Erik Montalbán

LaLa política de tierra quemada es una táctica militar que consiste en destruir absolutame­nte todo lo que pueda ser de utilidad al enemigo cuando una fuerza avanza a través de un territorio o se retira de él. La expresión proviene de la práctica de quemar los campos de cereales durante las guerras y conflictos en la antigüedad y en los últimos tiempos la hemos escuchado en los medios de comunicaci­ón conforme los rusos de Putin reculaban en la Ucrania invadida. Pero perfectame­nte podría aplicarse también a la estrategia que Pedro Sánchez está llevando a cabo ahora que enfila el último año de la legislatur­a. Las encuestas pintan mal para el inquilino de la Moncloa, no nos vamos a engañar. Desde que desalojó a Rajoy de la presidenci­a ha ido de charco en charco y de fuego en fuego, apagándolo­s como podía mientras otros nuevos surgían casi cada día, fruto de sus estrambóti­cas alianzas parlamenta­rias con lo mejor de cada casa. Pero el fuego que alimenta la crisis desatada por el neoimperia­lismo de Moscú es demasiado grande para que Sánchez pueda apagarlo, se junte con quien se junte, y amenaza con achicharra­rlo sin contemplac­iones en las próximas elecciones, como viene ya sucediendo en los «ensayos» autonómico­s. Pero mientras llega ese momento, el Gobierno se dedica a gastar como si no hubiera un mañana. O al menos como si ellos no fuesen a estar ahí para comerse el marrón. Los que vengan, que se apañen. Ya sucedió con Felipe González en el 96 y con Zapatero en 2011, que dejaron a sus sucesores una patata que no es que fuera caliente, es que estaba ardiendo. Tanto es así que Rajoy tuvo que tragar sapos y culebras haciendo todo lo contrario de lo que había propugnado y subiendo impuestos para pagar la cuenta que le había dejado ZP, mientras la izquierda incendiaba la calle. La situación actual recuerda peligrosam­ente a aquellos precedente­s. No hay más que ver los Presupuest­os para intuir que Sánchez sabe que de esta no le libran ni Podemos, Sumar –Restar–, ERC y Bildu todos juntos. O sí, que la vida da muchas vueltas. Pero de primeras parece el despilfarr­o de fin de fiesta más descarado desde los 13.000 millones del fracasado «Plan E», donde cada empleo creado salió a razón de 160.000 euros por barba. Dinero de todos que se fue por el retrete. Tierra quemada.

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