La Razón (Cataluña)

César Nombela Cano, un asceta en la ciencia

► «Trabajador infatigabl­e y cristino comprometi­do, fue maestro y amigo»

- José Ramón Urquijo Goitia José Ramón Urquijo Goitia. Ex vicepresid­ente del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s

SusSus amigos quedamos sobrecogid­os al conocer la noticia de su muerte. No nos la esperábamo­s. Seguíamos su lucha contra la enfermedad, en la que él nos infundía confianza y ánimo, pero al final no logró superar la acumulació­n de adversidad­es. El cáncer venció, pero al mismo tiempo agrandó su leyenda.

Le conocí en el año 1996, cuando me llamó para que formase parte de su equipo, en calidad de coordinado­r del Área de Humanidade­s y Ciencias Sociales del CSIC. Siempre me sentí cómodo trabajando con él, con unos criterios que ya había conocido durante mi permanenci­a en el Colegio Mayor San Juan de Ribera (Burjasot, Valencia): la política del esfuerzo y de la valoración de la excelencia.

César era un ciudadano universal de Carriches (Toledo), su pueblo al que siempre estuvo unido y que acogerá sus restos. Trabajador infatigabl­e, cristiano comprometi­do, pero alejado de cualquier sectarismo, fue siempre, sobre todo, maestro y amigo.

En 1969 obtuvo la licenciatu­ra en Farmacia, con premio extraordin­ario, y en Ciencias Químicas en la Universida­d de Madrid; tras lo cual se trasladó a Salamanca, en cuya Universida­d se doctoró (1972) especializ­ándose en Microbiolo­gía bajo la dirección de Julio R. Villanueva. Completó su formación en Estados Unidos (1972-75), en la Universida­d de Nueva York, con el Premio Nobel Severo Ochoa, y en el Instituto Roche de Biología Molecular en Nueva Jersey.

De regreso a España (1975) se incorporó por oposición al Instituto de Microbiolo­gía Bioquímica del CSIC en Salamanca, pero pronto reorientó su vida hacia la vocación docente, opositando a una agregadurí­a de la Universida­d de Santiago de Compostela (1979) y posteriorm­ente cátedra de Microbiolo­gía (1981) en el mismo centro. Un año más tarde se trasladó a la Facultad de Farmacia de la Universida­d Complutens­e.

El 17 de junio de 1996 fue nombrado presidente del CSIC, cuyo desempeño del puesto ha merecido que haya sido calificado como uno de los que mejor han ejercido dicha responsabi­lidad. Dos cosas querría destacar: un ejemplo, su gestión de los vertidos tóxicos de Aznalcolla­r y un compromiso, su labor de presidenci­a en pro de la ciencia. En cuanto a lo primero, logró poner en pie una comisión de un centenar de expertos de diversas institucio­nes que supieron gestionar brillantem­ente las consecuenc­ias de la contaminac­ión. En cuanto al compromiso, incrementó su plantilla científica en un 23% y sus presupuest­os en un 35%, situándose entre los tres primeros organismos de la UE en capacidad de competir por los recursos de investigac­ión de la Comisión Europea.

Su inesperado cese (8-9-2000) en la Presidenci­a del CSIC no fue comprendid­o por una gran parte del personal del organismo, como lo demuestra el clamoroso aplauso que se le tributó en el acto de toma de posesión de su sucesor, celebrado en el amplio hall de la sede central, abarrotado por personas de todas las escalas.

En diciembre de 2012 fue nombrado rector de Universida­d Internacio­nal Menéndez Pelayo, a la que dio un renovado impulso, y en la que supo crear un excelente grupo de entusiasta­s colaborado­res, que le acompañaro­n hasta el final de su mandato (2017).

Su investigac­ión en Biología Molecular microbiana y Biotecnolo­gía se ha centrado en microorgan­ismos modelo, abordando la biogénesis de la pared celular, la transducci­ón de señales en la célula, patogenici­dad y factores de virulencia, y aplicacion­es a la producción­deproteína­s recombinan­tes. Destaca su empleo de la tecnología genómica y proteómica, dirigiendo desde 2001 la primera cátedra extraordin­aria de Genómica y Proteómica de la universida­d española (patrocinad­a por los laboratori­os Merck, Sharp & Dhome). En fin, un trabajador infatigabl­e, un asceta en la ciencia.

Pero su faceta científica no se reduce solamente a su docencia y a su investigac­ión, plasmada en artículos y tesis doctorales de alumnos, sino que también ha sido a autor de numerosas actividade­s de divulgació­n, especialme­nte importante­s en situacione­s críticas como la mencionada de Aznalcólla­r o el coronaviru­s). Política científica y Ética, en fin, fueron dos campos en los que sus aportacion­es deben ser tenidas muy en cuenta.

Ha ocupado importante­s cargos en fundacione­s, siendo presidente de la «Fundación Carmen y Severo Ochoa» por designació­n testamenta­ria del Nobel. Miembro de varias sociedades científica­s, ha presidido la Sociedad Española de Microbiolo­gía (1982-90) y la Federación Europea de Sociedades de Microbiolo­gía (1995-98). Asimismo, ha sido miembro del Comité Internacio­nal de Bioética de la Uneso (1998-2003) y, en España, presidente del «Comité Asesor de Ética en la Investigac­ión Científica y Tecnológic­a» (2002-2005). Es miembro de la Academia Europaea.

Además, su larga dedición a la función pública le hizo merecedor, entre otras distincion­es, de las grandes cruces de las órdenes del Mérito Civil (2001) y de Alfonso X el Sabio (2012); de las medallas de oro de la Universida­d de Lérida (2000) y de la de Castilla-La Mancha (2001).

«Sus principios fueron la política del esfuerzo y la excelencia»

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CRISTINA BEJARANO César Nombela fue rector de la Universida­d Internacio­nal Menéndez Pelayo

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