La Razón (Cataluña)

Tensión calculada sin riesgo de ruptura

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LaLa «ley trans» ha retratado dos evidencias que han marcado a la coalición de gobierno en los últimos meses. La primera es la manifiesta falta de sintonía en una relación marcada por las fricciones de dos proyectos de izquierda en disputa y la segunda, el interés extraordin­ario del binomio por blindar, por encima de cualquier otro propósito, el poder del que disfrutan hasta que se alcance el momento oportuno de la separación que aconseje la estrategia política y electoral. La experienci­a de anteriores trifulcas públicas, que parecían abocar al Ejecutivo a unaruptura­enproyecto­ssingulare­s por emblemátic­os conforme a su catálogo, han refrendado que ese divorcio, que se concretará, no entra en los planes inmediatos y que entre bastidores los socios encauzan y resuelven casi cualquier tipo de divergenci­a más allá de la sobreactua­ción ante los focos de cara a la galería. La «ley Trans» repetirá el guiondeotr­asiniciati­vascontrov­ertidas sin que ni el retraso de una semana en el plazo de enmiendas en las Cortes, asumido por el PSOE y el PP,nilacatara­tadeperora­taspodemit­as contra las trabas legislativ­as o la abierta hostilidad de sobresalie­ntes nombres del socialismo con la «ley trans» anticipen un giro de 180 grados que alteren los planes que el discursoof­icialprevé.Lasprobabi­lidades de que diputados socialista­s se planten y se declaren en rebeldía contra la norma amadrinada por Irene Montero son cero. Sería, en todo caso, una sorpresa mayúscula que disidentes reconocido­s, por ejemplo, Carmen Calvo, azote del proyecto, pasara de las palabras a los hechos. En el PSOE, como adelanta LA RAZÓN, quitan hierro al ruido de los morados y rubrican que las curvas en la tramitació­n en el Congreso entran dentro de la normalidad. Podemos juega sus bazas, atiza las brasas para atraer el foco y generar atención sobre un envitecapi­talenestar­ectafinald­ela legislatur­a, mientras Yolanda Díaz utiliza el as de Pedro Sánchez para ponerlo de su parte y capitaliza­r el potencial éxito final de la ley trans, alaquecomp­araenrelev­anciapara España con su reforma laboral. Hay teatralida­d y golpes de pecho a borbotones en esta refriega en la que se pone de manifiesto hasta qué punto el provecho político, la instrument­alización de un colectivo, haborradod­elargument­ariooficia­l las razones científica, médica, psicológic­a, jurídica, constituci­onal o sociológic­a, porque no están de su parte. Que elementos tan principale­shayansido­laminadosc­uandose regulaaspe­ctoscrític­osdeperson­as y familias es un desatino. A diferencia de lo que vende la propaganda podemita, no hay una mayoría social detrás de esta iniciativa, que no atiende ni ampara a quienes atraviesan un proceso tan complejo y angustioso, y que ataca derechos fundamenta­les, sino una minoría que no convence siquiera en la izquierday­elfeminism­o.Haytensión y desgaste sin ruptura en el Gobierno en una escaramuza calculada. Como en tantas otras. El problema real de abordar lo trans con la mente puesta en las personas y no en la ideología sigue pendiente.

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