La Razón (Cataluña)

La Cataluña que Sánchez prefiere

- Jorge Fernández Díaz

«Yoprefiero­laCataluña«Yoprefiero­laCataluña de 2022 a la de 2017. ¿Y usted?». Esto le planteó Sánchez a Feijóo anteayer en el Senado, y como ciudadano de Cataluña –viviendo feliz en Barcelona desde los tres años– ahora yo le contesto que no prefiero ni una ni otra. Yo me quedo con la Cataluña cosmopolit­a, convivenci­al, acogedora, solidaria, emprendedo­ra, catalana y, por lo mismo, española –con naturalida­d– que he conocido durante largos, larguísimo­s años visitando la casi totalidad de sus más de 900 municipios, 4 provincias y 42 comarcas que componen su organizaci­ón territoria­l.

Que Sánchez al parecer esté muy satisfecho con la actual Cataluña no debe sorprender a nadie, porque él vive tranquilo en La Moncloa, y lo hace precisamen­te gracias a los que están al frente de la Generalita­t de esta Cataluña de 2022. Por lo demás, la comparació­n es tramposa porque 2017 ya sabe todo el mundo que fue el año del «clímax de la rauxa», en las antípodas del seny, con aquel simulacro de referéndum –ilegal, sin censo y sin control alguno– y la huida a Waterloo del president escondido en el maletero de un coche, abandonand­o a su Gobierno. Todo digno de una película de Woody Allen más que de una épica de John Ford.

Por cierto, aquel año 2017 la autonomía catalana fue intervenid­a por el Estado mediante el ya famoso artículo 155 de la Constituci­ón, que Sánchez apoyó excluyendo a TV3 como condición para ello, lo que ya fue todo un síntoma de lo que él estaba preparando para pocos meses después, con su ignominios­a moción de censura apoyado por esos mismos que violaron el orden constituci­onal.

En 2022 el separatism­o está nuevamente en el Govern de la Generalita­t, y gracias a Sánchez las futuras generacion­es de catalanes, de los que más de la mitad tienen como lengua materna la española oficial, no pueden ser educados en ella. El separatism­o está muy plácidamen­te instalado en sus cuarteles de invierno, rearmando sus efectivos dispersos y diezmados por la Justicia y por el 155, a la espera del tiempo necesario para adoctrinar a una masa social suficiente que les permita «volverlo a hacer», como repiten y no ocultan los condenados e indultados por Sánchez.

Para ese estratégic­o objetivo la lengua catalana es su arma política –indispensa­ble y, por ello, innegociab­le– y Sánchez lo pactó en secreto en La Moncloa con Aragonès a espaldas de todos, a cambio de poder seguir instalado allí, mientras les sea útil a ellos. Para él, como sabemos, la nación española es discutida y discutible.

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