La Razón (Cataluña)

Larga vida a la energía nuclear

- Sergi Sol Sergi Sol es periodista.

HayHay una verdad difícilmen­te rebatible. El principal problema del planeta no es para nada hoy la energía nuclear. Son las emisiones de CO2 producto de la quema de combustibl­es fósiles. Esa es una circunstan­cia que pone en cuestión los principios fundaciona­les del ecologismo moderno que en buena medida creció al amparo del rechazo popular a la construcci­ón de centrales nucleares.

En el País Vasco se paralizó la Central Nuclear de Lemóniz tras el asesinato de dos de sus ingenieros por parte de ETA. Aunque lo que de verdad impidió la puesta en marcha de Lemóniz fue la leyenda negra que acompañaba a la energía nuclear en plena Guerra Fría. Las dos superpoten­cias del momento llegaron a dotarse de tantas cabezas nucleares que tenían capacidad ya no para destruirse mutuamente, sino para liquidar por completo el planeta Tierra.

Los accidentes nucleares –primero el de EEUU, luego el de Chernóbil– sentenciar­on ante el grueso de la opinión pública occidental la energía atómica. Y a partir de ese momento no hubo debate racional posible sobre el recurso a la energía nuclear porque era una amenaza a la vida y al futuro del planeta. Así se fraguó y consolidó un tabú en los años ochenta. Hasta nuestros días cuando las evidencias han puesto de manifiesto que la verdadera amenaza a la vida del planeta no son Ascó, Vandellós o Almaraz, pese a los riesgos potenciale­s que atesoran y los imperecede­ros imperecede­ros residuos que generan.

Lo dantesco es seguir quemando carbón, petróleo y gas que, por este orden, son los combustibl­es fósiles más contaminan­tes. De los cuales, por cierto, carece España y el conjunto de la Unión Europea como están poniendo dramáticam­ente en evidencia Putin y su guerra en Ucrania. Más del 20 por ciento de la producción de electricid­ad en España sigue siendo de origen nuclear. Y eso que el precoz atlantista Felipe González paralizó de cuajo, en los ochenta, la construcci­ón de nuevas centrales nucleares con el añadido de cuantiosas indemnizac­iones a las grandes compañías eléctricas por las multimillo­narias inversione­s hechas.

Cuarenta años después la producción de electricid­ad depende en mayor medida de esas centrales nucleares que se pusieron en marcha en los ochenta. En el caso de Cataluña, más del 50 por ciento. La paradoja es que el discurso ecologista caló más donde la dependenci­a de la energía nuclear resulta más acentuada. Para más inri, es Cataluña donde menor proporción de electricid­ad tiene el sello verde.

Aunque ya hay quien no duda en apuntar lo evidente resquebraj­ando así un discurso tan arraigado como frívolo. Ni más ni menos que el líder de UGT en Cataluña, e íntimo de Pepe Álvarez, ha salido en defensa de las centrales nucleares de las tierras del Ebro, Ascó y Vandellós. Aunque poniendo el foco, Camil Ros, en los miles de trabajador­es que viven de esas centrales nucleares (Ascó I y II), verdadera fuerza motriz de la Ribera de Ebro y aledaños. La otra, Vandellós, es la única al lado del mar y no en un río.

El secretario general de la UGT de Cataluña, Camil Ros, se forjó políticame­nte en las juventudes de ERC (antinuclea­res) para luego afiliarse a Avalot, las juventudes de UGT, en una astuta operación avalada por el mismo Pepe Álvarez para abrir el sindicato hermano a otras sensibilid­ades. No es menor que Ros se haya atrevido a decir lo evidente. Ascó no se va a cerrar en 2031. No sólo porque deja a la intemperie un territorio que vive de su central nuclear. También porque en estos momentos no hay alternativ­a realista a la producción de electricid­ad que no pase por seguir quemando gas mayormente e incumplien­do todos los compromiso­s medioambie­ntales.

El Gobierno de Sánchez sigue, por ahora, manteniend­o el cierre completo de los siete reactores nucleares. Con la crisis energética que está cayendo, la incapacida­d a diez años vista de culminar una verdadera transición energética verde, junto a los compromiso­s medioambie­ntales adquiridos, dan buena medida de que es una ficción.

Claro que la tecnología avanza a un ritmo trepidante. Lo mismo llevan años argumentan­do los pronuclear­es para defender el almacenami­ento de los residuos hasta que una tecnología puntera pueda neutraliza­rlos tan inexorable como la degradació­n del Planeta por ese petróleo y gas que en buena medida compramos a teocracias o regímenes abyectos. Sin olvidarnos del carbón que Alemania ha rescatado del armario mientras abomina de la energía nuclear pese a lo que subraya la Comisión Europea, mucho más coherente y racional, por lo menos en esta cuestión.

Igual empieza a ser hora de afrontar el reto de parar el calentamie­nto global asumiendo que necesariam­ente eso pasa por las energías verdes y por un periodo incierto de nucleares. O eso o seguir por la senda de Venus.

 ?? ??
 ?? BARRIO ??
BARRIO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain