La Razón (Cataluña)

Por una coleta

- Alejandra Clements

CuandoCuan­do estás en el gimnasio, en ese momento en el que necesitas aclarar ideas o pensar con más nitidez, solo porque te molesta el pelo o porque el calor aprieta de repente, por coquetería, porque resulta más elegante o porque sí. Cuesta imprimir épica a un gesto tan natural, cotidiano y anodino para millones de mujeres en el mundo como recogerse la melena, pero, a veces, la tiene. Y Elnaz Rekabi lo sabe bien. La escaladora iraní rompía el tabú de participar en una competició­n internacio­nal sin velo y se convertía en la primera deportista de su país en hacerlo desde 1983. Su coleta, poderosa y desafiante, retando los absurdos límites de los ayatolás, como ascendiend­o al cielo, dio la vuelta al mundo en plena oleada de protestas en Irán; ella, ya detenida y encarcelad­a, bajo las órdenes de la Guardia Revolucion­aria Islámica, justifican­do «a posteriori» y en un escueto mensaje la ausencia del hiyab como un mero error y ellos, el régimen teocrático, consolidán­dose como impecable generador de heroicidad­es.

Desde la lucha de décadas de Shirin Ebadi, con su compromiso como jurista, primera presidenta de la Corte de Teherán en los 70, primera iraní y musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz en 2003, forzada después a exiliarse en Londres en 2009 por el acoso gubernamen­tal, desde ese sólido y reconocibl­e icono hasta los mártires anónimos de las últimas semanas. Niños y niñas asesinados (en torno a una treintena según Amnistía Internacio­nal y otras organizaci­ones de derechos humanos), menores convertido­s en «enemigos de la República Islámica», muchos torturados y obligados a acudir a «centros de reeducació­n» desde los que expandir el terror y afianzar el miedo. Quizá, Rekabi, no quería convertirs­e en símbolo, quizá habría preferido que solo la conociéram­os por sus logros y que una multitud de compatriot­as no fuera a aclamarla al aeropuerto de Teherán ya arrestada, pero su valentía la ha elevado a alegoría. Sería bonito imaginar que la revolución de la igualdad se apuntalara así, por una sencilla gesta, por una simple cole ta. Imaginemos pues.

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