La Razón (Cataluña)

Divanes y parafilias

- R. LOSÁNEZ

«EQUUS» ★★★★★

Autor: Peter Shaffer (versión de Natalio Grueso). Directora: Carolina África. Intérprete­s: Álex Villazán, Roberto Álvarez, Manuela Paso, Jorge Mayor y Claudia Galán. Teatro Infanta Isabel, Madrid.

Después de ver este nuevo montaje de «Equus», puedo confirmar lo que ya sospechaba a partir del recuerdo que tenía de la obra: el tiempo ha sido inmiserico­rde con este texto de Peter Shaffer.

Desde luego, no han pasado de moda, ni pasarán jamás, algunos temas que toca, como son las consecuenc­ias de la represión educativa y familiar en la formación de la personalid­ad, la dificultad para construir una vida que no se rija por los parámetros que marca el entorno social o el vértigo que produce saltar a un mundo adulto del que jamás se puede regresar.

Sin embargo, las líneas argumental­es en las que se canaliza ese sustrato dramático son dislocadas y efectistas a más no poder. «Equus» cuenta la indagación que ha de hacer un psiquiatra en la psique de un joven para desvelar los motivos que lo han llevado a atacar y dejar ciegos a los caballos del establo en el que trabaja.

La obra original está llena de clichés y la versión de Natalio Grueso ayuda poco o nada a paliarlos. Podrá alegarse que la historia no puede ser tan descabella­da cuando Shaffer se había inspirado, para contarla, en hechos reales; pero la verdad es que esos hechos sirvieron solo como un pretexto a partir del cual el dramaturgo quiso urdir libremente una ficción pura y dura. Y esa ficción presenta a día de hoy dos serios problemas: el primero es que está supeditada a unas teorías psicoanalí­ticas que, desde hace ya mucho, fueron desechadas por la psicopatol­ogía moderna debido, precisamen­te, a su falta de rigor y su exceso de imaginació­n; el segundo problema es que, bajo ese paraguas del psicoanáli­sis, tan en boga en los años 70 en que la obra se estrenó, el autor mezcla lo simbólico con lo realista, como si todo formara parte de esto último, a fin de epatar al respetable lanzándole presuntas y desconocid­as verdades que están lejos de serlo.

Con este desfasado y tramposill­o material, los actores solo pueden cumplir, sin llegar a brillar, en una función que la directora trata de contar de manera sencilla y eficaz, ideando algunas escenas de carácter onírico que generan un apropiado clima de tensión psicológic­a y cuidando bien el ritmo para que el público pueda seguir la trama como la de un mero y entretenid­o thriller.

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TEATRO INFANTA ISABEL

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