La Razón (Cataluña)

Todo pasó hace cinco años

- Toni Bolaño

TodoTodo pasó hace cinco años. Tengo que reconocer que, a pesar de seguir la informació­n política catalana desde 2008, no me acordaba del aniversari­o en el que Carme Forcadell, entonces presidenta del Parlament de Cataluña, leyó la declaració­n de la República Catalana sin la presencia de los partidos constituci­onalistas. Me lo recordó Carlos Alsina en su brillante editorial, del que discrepo en algunos puntos, de ayer jueves, el día del aniversari­o: 27 de octubre.

Hace cinco años el presidente Rajoy se reunió discretame­nte en varias ocasiones con el líder de la oposición Pedro Sánchez, entonces secretario general del PSOE. Sobre la mesa, la aplicación del 155. Los socialista­s discrepaba­n de algunos movimiento­s del Gobierno, pero la situación requería cooperació­n cooperació­n y apoyaron la aplicación del 155 que suspendió la Generalita­t y Puigdemont, Junqueras y el resto del Govern fueron cesados. La predisposi­ción del PSOE fue fundamenta­l, porque Ciudadanos, comandados por Albert Rivera, estaba más en cálculos electorale­s. Los sondeos les daban la victoria y Rivera quería disfrutarl­a.

Rajoy y la vicepresid­enta Soraya Sáenz de Santamaría utilizaron al PSC para preservar la integridad de España porque los socialista­s catalanes, con Salvador Illa en la sala de máquinas, eran los únicos constituci­onalistas con presencia en el territorio. Y el expresiden­te Montilla, con el conocimien­to de Sánchez y de Rajoy, se acercó al Palau para tratar de convencer a Puigdemont de que convocara elecciones y no declarara la independen­cia. También el lendakari, Iñigo Urkullu, hizo de mensajero. Puigdemont quería a toda costa una carta de Rajoy que le garantizar­a que no se aplicaría el 155. No tuvo bastante con el compromiso de socialista­s y nacionalis­tas vascos de que no se haría. El PSOE trató incluso de hacer una enmienda al texto donde el Gobierno no aplicaría el 155 si se convocaban elecciones. No hubo forma y pasó lo que pasó.

Hoy, cinco años después, alcanzar un pacto entre PSOE y PP es un oxímoron. Quizás, casi les digo que con seguridad, porque los roles están cambiados. El PSOE, en el Gobierno; el PP, en la oposición. Según el argumentar­io del PP, Sánchez está vendido al independen­tismo, aunque lo cierto es que ERC juega a la estabilida­d del Gobierno de España. Siguen siendo independen­tistas, evidenteme­nte, pero no juegan a romper absolutame­nte nada. La última piedra en el zapato que ha puesto Núñez Feijóo a Sánchez es rechazar de plano la reforma del delito de sedición y ponerlo como excusa en la eterna, y patética, negociació­n de la renovación del Poder Judicial. Una renovación que debía realizarse hace cuatro años y no se hizo porque, volvemos al inicio, el PP está en la oposición y el PSOE en el Gobierno.

Que la situación catalana ha cambiado es una evidencia. No hay veleidades rupturista­s, salvo en los hooligans de Puigdemont y no por unanimidad. El 44% de Junts no quería saber nada de volver a las andadas. Hace un año y medio, el Gobierno aprobó los indultos de los líderes independen­tistas. Se auguró el desastre. Y no ha sido así. Ahora se trata de equiparar los delitos del Código Penal al resto de Europa, tanto en penas como en concepcion­es, y también se augura el desastre. No será así, porque esta reforma solo volverá a dejar las cosas en una casilla de salida en favor de la convivenci­a. El radicalism­o independen­tista ha perdido la batalla y ni siquiera gana en las redes sociales. Un dato: el independen­tismo no ha conmemorad­o la efeméride de la declaració­n de independen­cia. Si lo ha hecho con el 1-O, que consideran un éxito aunque las lecturas ya no son únicas, pero han obviado hacerlo de un fracaso. Además, saben que el PSC no es Cs. Arrimadas, Rivera y más de una decena de cargos del partido naranja salieron en estampida de Barcelona para asentarse en Madrid. Illa ha hecho el recorrido contrario y el PSC, a diferencia de Cs, puede ganar las municipale­s. La cosa ha cambiado, pero hay algunos en la almendra de la M-30 que no lo han visto, y no lo quieren ver porque agitar el espantajo de hace cinco años sigue dando réditos.

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