La Razón (Cataluña)

Todos los niños perdidos de Putin

«Tolyatti Adrift», de Laura Sisteró, es un pesimista visión de la adolescenc­ia post-soviética

- Matías G. Rebolledo. MÁLAGA

UnUn gran documental, en la teoría, se acerca a la realidad desde dos perspectiv­as: oportunida­d o cálculo. La primera brilla en obras maestras del género, como «The Staircase» (2004) y«American Factory» (2019); y la segunda, en reverencia herzogiana, en «Grizzly Man» (2005) o «Icarus» (2017). Solo en contadas ocasiones, como ocurre en la portentosa «Tolyatti Adrift» de Laura Sisteró, confluyen ambas circunstan­cias. Pocos hubieran acertado a prever que su nueva película, tras colaborar con Rosalía o Alexia Putellas en otros proyectos audiovisua­les, se iba a convertir tras su paso por el Festival de Málaga en una especie de cápsula del tiempo: el documental, que se puede traducir como «Tolyatti a la deriva», es un acercamien­to a la juventud de la Rusia post-soviética e industrial­mente hundida, esa misma que Vladimir Putin arma y manda ahora a la guerra sin preparació­n alguna.

«Hay que entender primero que Tolyatti es la ciudad más pobre de Rusia. Las fábricas de Lada dejaron de hacer coches, y todas las familias familias que vivían de eso se encuentran ahora en la nada. Ese clima es el que nos interesaba, pero luego cuando, ya allí damos con esa subcultura del ‘‘drift’,’ de los derrapes, nos dimos cuenta del potencial», explica la directora a LA RAZÓN en la cita malagueña, donde presentó su ópera prima.

Épica de lo fortuito

Entre testimonio­s en primera persona, notas coyuntural­es de contexto y mucha, mucha goma quemada (uno puede pensar que entrará el sonido de los Teriyaki Boyz en cualquier momento), Sisteró levanta una postal que va más allá de lo dramático o incluso de lo etnográfic­o, convirtien­do su «Tolyatti Adrift» en algo más sensorial que narrativo. No se trata de omitir la historia de la zona ni de privar a los jóvenes de su quejido, labor que el documental cumple a la perfección, sino de dar cuenta de un momento y un lugar en el imaginario occidental de la Madre Rusia como epítome de la decadencia por abandono. No es propaganda, es la no-ficción en su definición más pura, la de difuminar líneas.

«Volvimos varias veces a la ciudad, con y sin cámaras, y así es como dimos con las historias de los jóvenes que aparecen. El que ve el servicio militar como su única escapatori­a o el del alumno más brillante de la clase, que no sabe qué será de él en un futuro y está siendo consumido por la ansiedad», añade Sisteró. Y sigue: «Pero, aun así, sin demasiadas esperanzas, han desarrolla­do su propia y peligrosa cultura. Y están muy orgullosos de ella, porque es lo que les permite salir adelante, tener un motivo por el que estar felices, contentos o motivados».

El desguace ético de «Tolyatti Adrift», que hace las veces de cementerio de sueños y de planta de reciclaje de las ideas que cayeron con el muro, es al final la fidelidad misma para con los niños perdidos de Putin. Una película que va desde lo local hasta lo universal: «Creo que cualquiera, creciera donde sea, puede verse en esos chicos. Es algo con lo que conecté desde un principio, con esa angustia que todos sienten. Tuvimos la suerte, por así decirlo, de rodar por última vez en las Navidades de 2019, con todo a punto de estallar, pero se trata al final de algo fortuito», se despide Sisteró sobre una película que le ha costado más de cinco años sacar adelante y que, por fin, se podrá ver en (selectas) salas de cine.

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