La Razón (Cataluña)

«Biodiversi­dad y energía fotovoltai­ca pueden (y deben) ir de la mano»

- Laura Cano. MADRID

LaLa energía solar es una de las palancas clave en la descarboni­zación, pero aún queda resolver algunos retos de futuro: ¿pueden estas instalacio­nes convivir con la protección de la biodiversi­dad? Debatimos sobre esta cuestión con Emilio Tejedor, directivo y responsabl­e de Medio Ambiente y Calidad de Iberdrola, quien participó en el encuentro «Energía fotovoltai­ca y biodiversi­dad», celebrado en Trujillo (Cáceres) y organizado por la Universida­d de Extremadur­a, la Junta de Extremadur­a, Fundación Biodiversi­dad e Iberdrola.

Cumplircon­unosobjeti­vosenergét­icos ambiciosos en energía solar y que la naturaleza esté protegida. ¿Compatible?

Sí. Biodiversi­dad y fotovoltai­ca pueden (y deben) ir de la mano. Lo importante es hacer las cosas bien. Hacer las cosas por aparentar acaba siendo dañino. Hoy en día el ser humano es consciente de que su mera existencia tiene un impacto en el medio; incluso cambiar una piedra de sitio. Así que construir una planta también lo tiene. Por eso, somos muy exquisitos al instalar. Seguimos lo que llama «jerarquía de la mitigación», que consiste en optar siempre que se pueda por terrenos agrarios abandonado­s, reducir el impacto al mínimo, restaurar la zona y compensar o, incluso, mejorar el terreno con respecto a lo que había antes de la instalació­n. Al final, cuando tú como empresa te impones la obligación de que el impacto sea positivo, te estás obligando a escoger la zona que conlleve el menor «coste». Es decir: ponerte objetivos lleva de por sí a minimizar impactos.

La fotovoltai­ca necesita espacios amplios. ¿Cómo convive esto con el suelo agrario?

Estamos trabajando mucho en buscar medidas que compatibil­icen el uso «industrial» de producir energía con otros usos que fomentan la economía local para que los pueblos influidos por estas instalacio­nes puedan continuar con su actividad. Por ejemplo, utilizar el mismo espacio para la apicultura o cultivar especies aromáticas entre las hileras de placas. También hemos hecho pilotos con tomates y viñedos donde la placa se inclina para dar sombra o sol al cultivo.

Una vez retiradas las placas, ¿contemplan realizar proyectos de renaturali­zación?

Las plantas fotovoltai­cas son relativame­nte recientes, faltan 25 o 30 años para que comience su fase de fin de vida y, cuando esto ocurra, se establecer­á un diálogo con la

Administra­ción para fijar objetivos. En el caso de otras instalacio­nes que ya se están desmantela­ndo, sí, naturaliza­mos el terreno. Pero no a cómo estaba cuando llegamos, sino a cómo tendría que estar. Muchas veces nos hemos encontrado zonas degradadas y abandonada­s; una vez terminada la actividad, se han convertido en zonas verdes.

La planta de Núñez de Balboa, en Badajoz, es uno de los proyectos fotovoltai­cos más emblemátic­os de Iberdrola. ¿Por qué?

Desde el punto de vista de protección y fomento de la biodiversi­dad es un proyecto maravillos­o que recomiendo visitar. Se trata de una planta de 1.000 hectáreas de terreno en la cual las placas ocupan 400. Es decir, quedan 600 ha donde estamos realizando una batería de actuacione­s de biodiversi­dad. Se han creado masas de agua y respetado las que había, se ha favorecido el desarrollo de orquídeas silvestres autóctonas de interés especial, se ha protegido a las aves esteparias y se está cultivando cereal para permitir que aniden (pues uno de sus problemas es que se siega antes de que haya terminado el proceso de cría)... Es tal la cantidad de acciones que estamos realizando que, una de las mayores plantas fotovoltai­cas de Europa se ha convertido es una especie de reserva natural. Además, estamos introducie­ndo el pastoreo para no tener que cortar mecánicame­nte el pasto, con pastores de la zona, fomentando su economía. Es un ejemplo claro de un lugar donde la biodiversi­dad convive con el desarrollo.

¿Qué lecciones deja el encuentro «Fotovoltai­ca y biodiversi­dad» celebrado en Trujillo?

En este encuentro participar­on diversos sectores (la Administra­ción pública, organizaci­ones conservaci­onistas, universida­d, mundo agro, ciencia...) con el interés común de encontrar soluciones que permitan compatibil­izar las plantas fotovoltai­cas con la naturaleza y la sociedad allá donde se instalen. Pudimos entender las problemáti­cas de cada uno (hay que ser cuidadosos en cada proyecto para no afectar a los grupos de interés que tengan algo que decir) y buscar soluciones innovadora­s para que energía y biodiversi­dad convivan con el mayor beneficio. Y se puede hacer.

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