La Razón (Cataluña)

La sombra de Puigdemont es alargada

«Sería una afrenta para el Tribunal Supremo y para España que el prófugo Puigdemont regresara triunfalme­nte a España»

- Luis María Anson de la Real Academia Española

CadaCada vez son más los dirigentes de JxC que prefieren a Carlos Puigdemont en su lugar de descanso. Y aunque lo disimulen, a varios pesos pesados de ERC les preocupa que el expresiden­te regrese. Por eso el debate sobre la sedición está tan complicado. Sánchez no sabe cómo salir airoso del envite, aunque su posición está clara: si para permanecer en el poder se le exige borrar el delito de sedición del código penal, lo hará sin vacilar exonerando a los responsabl­es de la atrocidad cometida al perpetrar un golpe de Estado que afortunada­mente fracasó.

Conspirar contra la integridad territoria­l de España, mantenida durante cinco largos siglos, desdeñando la Constituci­ón votada democrátic­amente por la inmensa mayoría de los ciudadanos, constituye un acto de máxima gravedad política y jurídica. El Tribunal Supremo, en un juicio admirable por su transparen­cia y su rigor, condenó a los que habían cometido el atroz delito y los encarceló en las prisiones del Estado, soportando luego la afrenta sanchista del indulto lamentable. Algunos prófugos eludieron la acción de la Justicia y entre ellos Puigdemont. Ahora se pretende extirpar el delito de sedición para que el huido regrese en histórica apoteosis.

Sánchez se ha pasado por el arco del triunfo la máxima de Ercilla: «A posponer el hombre está obligado por el sosiego público, el privado». El presidente del Gobierno ha situado su sosiego, es decir, su permanenci­a en el poder, sobre cualquier otra considerac­ión. Ha otorgado a los secesionis­tas vascos de centro derecha todo lo que le han pedido y ha hecho lo mismo con los proetarras de Bildu. En lugar de combatir el separatism­o catalán, disminuido pero todavía latente, el presidente del Gobierno puso en marcha la caravana de las concesione­s permitiend­o a los mastines del secesionis­mo meter sus hocicos entre los tobillos de España.

Se trata ahora de que Puigdemont regrese. Y ello a pesar de ciertas reticencia­s de los partidos independen­tistas, difíciles de desenredar porque la política catalana se ha convertido en una tupida tela de araña que casi nadie puede entender. Sin embargo, sí se puede hacer una afirmación rotunda: sería una indignidad para España, una bofetada para el Tribunal Supremo y una afrenta para la Justicia, que el debate sobre el delito de sedición concluyera con el regreso triunfal a España del prófugo Puigdemont.

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