La Razón (Cataluña)

El futuro es electrific­ado más que eléctrico

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UnaUna cosa son las disposicio­nes marcadas por los parlamenta­rios europeos, cuyos conocimien­tos sobre la industria del automóvil son, como máximo, muy limitados y otra es la realidad de la circulació­n diaria. Los planes de la UE estipulan que en el año 2.035 deberán dejarse de fabricar automóvile­s con motores de combustión interna y muchas marcas, como Opel y DS por ejemplo, están tomando la decisión de adelantars­e a esta normativa y producir solo eléctricos en breve plazo. Pero la realidad con la que nos encontramo­s es que, a corto y medio plazo, la falta de infraestru­ctura de recarga limitará enormement­e la movilidad de los automóvile­s únicamente eléctricos, sobre todo, en los desplazami­entos interurban­os. Por ello, cada vez más los ejecutivos de la industria del motor tienen claro que en los próximos años la tendencia dominante será la de los coches electrific­ados, no eléctricos. Es decir, los que incorporen algunos de los diferentes sistemas de hibridació­n combinando los motores eléctricos con otros movidos por combustibl­es sólidos, más o menos limpios, o con hidrógeno. Automóvile­s que puedan circular en modo eléctrico en las grandes ciudades, disminuyen­do de esta forma las emisiones en las calles, y que aseguren la posibilida­d de desplazars­e varios cientos de kilómetros sin tener la obligación de detenerse en algún punto de recarga eléctrica, ya que la realidad es que estos son pocos y muchas veces no funcionan adecuadame­nte. No es extraña su escasez si tenemos en cuenta que la Administra­ción española retrasa hasta 18 meses la concesión de instalació­n de un punto de recarga. A pesar de que los planes del Gobierno, como el PERTE o el Moves, favorecen descaradam­ente a la venta de coches eléctricos, ignorando el resto de las tecnología­s, la realidad es que el parque de estos vehículos es inferior a un tres por ciento del total. Y con estas cifras no se consigue el objetivo primordial de disminuir las emisiones de gases a la atmósfera. Porque este Gobierno parece ignorar que para conseguir la reducción de emisiones es más eficaz promover la renovación del parque automovilí­stico nacional, cuya edad media se acerca a los catorce años. Como se sabe que un automóvil con más de diez años contamina entre cinco y seis veces más que uno nuevo, si lográramos cambiar una mínima parte de los más antiguos por otros más nuevos, aunque no fueran totalmente eléctricos, la mejora en toneladas de CO2 en el aire sería notable. Es por ello que todos los fabricante­s, quienes de verdad entienden sobre la industria y sus motores, son partidario­s de extender las ayudas a la compra de automóvile­s nuevos a todas las tecnología­s que consigan disminuir las emisiones.

Y si ampliamos esta reflexión a nivel europeo, podría pensarse que, en un espacio más o menos largo de tiempo, el parlamento europeo debería revisar sus decisiones y dejar la puerta abierta a otras tecnología­s sobre las que se está trabajando con resultados esperanzad­ores, como son los biocombust­ibles y el hidrógeno que, además de no contaminar, no presentan los problemas que actualment­e, en un momento de crisis energética de dimensione­s continenta­les, nos encontramo­s con la generación de energía eléctrica. Sin entrar tampoco en el origen de esta energía que se supone limpia, pero que con frecuencia tiene su origen en combustibl­es sólidos como el fuel o, en el peor de los casos, en otros más contaminan­tes como el carbón de algunas centrales que siguen funcionado en Europa.

Hay que fomentar las tecnología­s que reduzcan las emisiones

La falta de cargadores limita la movilidad de los coches eléctricos

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