Los valores de la Monarquía
ElEl discurso de Felipe VI expresó perfectamente lo que es la Monarquía en el siglo XXI. Por un lado, aludió a la tradición, la vuelta a la tierra, al paisaje, al encuentro con los compatriotas en un proyecto de alegría y solidaridad, de progreso sin desprecio al pasado. De ahí las menciones cariñosas a Asturias y al escenario de los premios.
Por otro lado, el discurso mostró la continuidad familiar. No podían faltar en unos premios titulados ahora «Princesa de Asturias» la presencia de la Reina, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, mostrando la unidad en el compromiso con el desempeño de su imprescindible papel social.
Una vez establecidos en el discurso estas premisas hizo referencia a los valores que la Monarquía quiere representar y que dan sentido a esos premios. Me refiero a la solidaridad, la concordia, la cooperación, el afán de superación, el amor a la libertad y la defensa de los derechos humanos. Es imposible poner un pero al discurso si se analiza fríamente, sin partidismos, aunque Podemos dirá que faltan referencias a la pobreza –que ellos en particular no sufren–, y los nacionalistas soltarán su cantinela victimista habitual.
Esos valores son los principios básicos y lógicos que deben guiar una vida en comunidad si se quiere progresar sobre la paz. Lo otro, el lío y el ruido, también es España, aunque constituye aquello que luego, echando la vista atrás y leyendo la historia, nos abochorna. Esta es la razón de los premios, como dijo Su Majestad, y por eso se galardona a aquellas personas ejemplares que pueden constituirse en modelo para los demás.
La actualidad estuvo en la última parte del discurso, tan vibrante como cierta. Sus palabras nos recuerdan que Felipe VI no es ajeno al efecto que tienen los sucesos internacio
nales en el devenir de España. Tras presentar un panorama preocupante, el Rey cumplió su misión: trasladar que con esfuerzo y resolución se puede salir adelante.
Las referencias a la seguridad energética y la crisis medioambiental quedaron en un segundo plano ante la desgracia que tiene lugar en Ucrania. No señaló culpables, que no es su misión al ser tarea del Gobierno ese tipo de apreciaciones, sino las consecuencias del conflicto bélico. La guerra, recordó el Rey, destruye vida, proyectos de futuro e infraestructuras, pero nunca podrá eliminar la cultura, que es el máximo impulso de la creatividad humana. Tampoco podrá acabar «con la libertad y la dignidad de los seres humanos», declaró el Rey en una muestra de que la Monarquía está en consonancia con los tiempos. No hay mayores valores que esos dos. Sin libertad no somos personas, y como tales merecemos que se respete nuestra dignidad. No está de más el recordar que este es el sentido de la Unión Europea: defender la paz como instrumento de progreso.
Felipe VI se mostró preocupado por el futuro de la UE. El conflicto en Ucrania ha generado dudas sobre la viabilidad del proyecto europeo, la extensión de la paz a todo el Continente. En su estilo, tras exponer las dificultades y los temores, Felipe VI hizo un llamamiento a perseverar en el espíritu de construcción pacífica de un «futuro compartido». En ese plan, quizá el más importante que ha tenido jamás Europa para implantar la paz en el mayor número de países, España ha tenido un papel trascendente, ha recordado Felipe VI. Por eso dijo que no se puede abandonar ahora el camino para «forjar unidos un futuro de paz, justicia, libertad y esperanza». El discurso fue redondo, como nos tiene acostumbrados el Rey. Terminó con una referencia al principio de continuidad de la monarquía.
Es buena idea pensar en la próxima generación en tiempos en que todas las instituciones parecen en cuestión. Por eso concluyó dirigiéndose a la Princesa y a la Infanta, para que fueran conscientes de la importancia de su papel, porque no hay mejor lección que el buen ejemplo.
No señaló culpables, sino las consecuencias del conflicto bélico