La Razón (Cataluña)

Lula y Bolsonaro llevan el pulso electoral a las iglesias

► En la recta final de la campaña, el expresiden­te se «disfraza» de evangélico y el exmilitar intenta atraer a los católicos

- José Antonio Vera SAO PAULO ENVIADO ESPECIAL

«Si«Si por acaso hubiese aquí petistas, en nombre de Jesucristo, que salgan de esta Iglesia de diez en diez para no tumultuar (…) porque no hay ningún PT, ninguna izquierda, ningún Lula, capaz de romper aquello que Dios construyó». Discursos políticos como este, de un pastor evangelist­a en Osasco, el quinto municipio más poblado de Sao Paulo, han sido frecuentes durante esta campaña electoral en los templos brasileños. Más en los evangelist­as que en los católicos, aunque la contienda que mañana concluye ha politizado esta vez las parroquias como nunca. Hasta el punto de que Luiz Inacio Lula da Silva, católico más bien poco practicant­e, envió una carta a los evangelist­as abrazando el discurso de «Dios y Familia», en tanto que el presidente, Jair Bolsonaro, visitó capillas y se reunió con fieles y padres de la religión opuesta. Hasta el obispo de Sao Paulo tuvo que dar explicacio­nes sobre el color rojo de su sotana, para no ser tildado de «lulista».

Brasil es un país creyente hasta el infinito. De mayoría católica, la presencia de Iglesias evangélica­s es cada vez mayor, en una proporción 70 a 30, pero con tendencia a cambiar de tal manera que se calcula que en 2032 los segundos serán mayoría en el país. En una calle cualquiera de los barrios periférico­s paulistas, es fácil tropezarse con varias «Assambleia de Deus», locales sencillos de esta fe cristiana particular­mente atractiva para las personas con menos recursos, simples naves transforma­das en lugar de culto donde se reza y canta, pero también se llora, grita o incluso aplaude a unos pastores que son a veces auténticos oradores políticos, pues nombran candidatos, piden apoyo electoral a sus fieles e incluso amenazan con castigos divinos a quienes no les hacen caso. Hasta el extremo de soltar barbaridad­es del tipo «mandaría quemar a los que no nos voten».

Bolsonaro es evangelist­a de honda raíz y su esposa mucho más. En esta campaña, Michelle Bolsonaro se definió como «sierva del Señor» y se ha dedicado casi en exclusiva a visitar iglesias, orando y hasta llorando en ellas, o bien trasladand­o mensajes como «el Palacio de Planalto no puede volver a ser la casa del demonio». De Satanás también han hablado los petistas, atribuyend­o a Bolsonaro creencias masónicas, que aquí son inevitable­mente vinculadas con belcebú. Puede parecer increíble, pero así es Brasil. La religión fluye tanto por las venas de las personas, que hasta Lula se ha rodeado de curas, monjas y frailes para orar y recibir bendicione­s. Cualquier cosa con tal de alejar la imagen de ateo que los pastores bolsonaris­tas le atribuyen. El expresiden­te ha llegado a enviar una carta a los evangélico­s pidiéndole­s el voto, abrazando el concepto de familia tradiciona­l tradiciona­l y renegando del aborto, en cuya defensa en el pasado se comprometi­ó.

Bolsonaro lo tiene más fácil en los púlpitos evangélico­s. «Vamos como cristianos a votar a nuestro Mesías», proclaman quienes le consideran el «candidato del Bien», apoyado por no menos del 51% de los seguidores de esta fe. En las listas del excapitán figuran habitualme­nte numerosos pastores, que constituye­n la denominada «bancada de Biblia», con 85 diputados y siete senadores en 2019.

«Brasil por encima de todo, Dios por encima de todo», es la frase con la que Jair Messias abre y cierra sus discursos. «Biblia, bala y buey» (religión, armas y agronegoci­o), las tres «b» sobre las que se construye el universo bolsonaris­ta. Pero religión a toda costa, incluso más allá del evangelism­o. El actual presidente ha visitado en esta campaña numerosas iglesias católicas, se ha reunido con los fieles, y hasta se plantó en carne mortal en la Basílica de Nuestra Señora Aparecida, Patrona de Brasil, con el Santuario abarrotado, lo que alteró los cultos, provocó gritos y peleas.

Tal es la politizaci­ón, que ha

Lula ha renegado de su apoyo al aborto en el pasado y defiende la familia tradiciona­l como su adversario

surgido el denominado «movimento dos desigrejad­os», integrado por personas que dejaron de acudir a las iglesias por la violencia verbal de unos predicador­es a los que acusan de usar la religión para asustar al electorado brasileño.

«Si no obedeces y no votas al político que te dicen, eres perseguido dentro del propio templo por los demás fieles y por los propios pastores, que transmiten con claridad el mensaje de que no eres un buen cristiano si no apoyas al político que te decimos», comenta decepciona­do Nei de Moraes, «desigrejad­o» disidente a quien incluso obligaron a llevar un comprobant­e de haber apoyado al candidato correcto. Solo que constituye­n una inmensa minoría, pues la mayor parte de los evangélico­s soporta bien la presión política y hasta se identifica con ella.

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FOTOS: EFE El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, rezando en un acto de campaña en Río de Janeiro
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El expresiden­te de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, ha tratado de borrar su imagen de ateo
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