La Razón (Cataluña)

La noche que visitó a Elvis con una pistola

► En 1976, «The Killer» se presentó con un calibre 38 y embistiend­o con su vehículo contra la verja de Graceland

- U. Fuente.

Se conocían desde hacía muchos años, así que había ciertas rencillas o sentimient­os enquistado­s que desembocar­on a las tres de la mañana del 23 de noviembre de 1976, cuando una llamada a la Policía desde Graceland, la finca de Elvis en Memphis, alertaba de la presencia de un hombre borracho que portaba un arma. Ese caballero había estrellado el Lincoln Continenta­l del 76 que conducía contra la verja y profería maldicione­s exigiendo ver al que llamaban el «Rey del Rock». «Quiero ver a Elvis», vociferaba. «Decidle que está aquí ‘‘The Killer’’», es decir, «el asesino», mote por el que se conocía a Jerry Lee Lewis y mal elegido si te da por llevar en la mano derecha una Derringer del calibre 38. «¡Coge ese puto teléfono de línea interna y dile a Elvis que se ponga! ¿Quién se habrá creído que es ese cretino?», gritaba cuando le habían dicho que Elvis «no quería que le molestaran».

«El puto Elvis viviendo en esa maldita mansión cuando no es más que un viejo drogadicto gordinflón que lleva el pelo como una mujer», bramaba. Pese a las advertenci­as de que la Policía se dirigía a la casa, The Killer no se movió. En realidad, era el segundo intento de asalto del cantante de «Great Balls Of Fire». La noche anterior había llegado en son de paz a bordo de un Rolls Royce, y, cuando le dijeron que Elvis no estaba disponible, embistió contra la puerta. El jefe de seguridad, Harold Lloyd, reveló que Presley descolgó el teléfono y llamó ante el alboroto. «¿Q-q-qué diablos está pasando ahí abajo, Harold?», dijo Elvis, que solía tartamudea­r cuando se enfadaba, al hombre de seguridad. «Bueno, Jerry Lee Lewis está sentado en su coche montando el pollo». Y contestó: «Oh, no quiero hablar con ese loco hijo de puta». Según Lewis, la culpa fue de la bebida. «Estaba bebiendo mucho champán y me puso un poco salvaje», reconoció más tarde. La policía le preguntó qué iba a hacer con el arma. ¿Disparar a Elvis? Su respuesta solo empeoró las cosas: «Bueno, si eres lo suficiente­mente tonto como para pensar eso...».

Se lo llevaron detenido, pero como la Policía le conocía de no pocos altercados y era una leyenda, fueron comprensiv­os. Los músicos nunca se volvieron a ver: diez meses después, Presley fallecía en su cuarto de baño.

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