La Razón (Cataluña)

Marcel Proust, un autor que nunca estuvo perdido en el tiempo

► Un alud de publicacio­nes salen coincidien­do con el próximo centenario de su muerte; entre ellas sobresale un volumen que agrupa una gran selección de sus cartas

- Toni MONTESINOS

NadieNadie como Marcel Proust ha indagado en lo significan para nosotros los recuerdos, y además con largas frases subordinad­as –que él, asmático, no podría ni pronunciar sin agotarse–, con muy pocos puntos y apartes. Imposible calibrar la influencia que toda su obra tuvo ya en su tiempo, el de la literatura simbolista que buscaba a través de maneras indirectas muy en la línea del filósofo Bergson (el tiempo es un fluir constante en el que pasado y presente se solapan) y en las profundida­des de la psique freudiana, una manera sugerente, sensitiva, introspect­iva de narrar, la que llevarían a cabo artistas como Virginia Woolf o James Joyce.

Sin embargo, Proust comenzó su obra con dudas, pues no sabía a dónde iba a llevarle su escritura: al ensayo, al estudio filosófico o a lo narrativo. En 1908 había escrito la semilla, un texto abandonado en el que ya surgía la tostada mojada en el té que le lleva, como en sueños, al tiempo de su niñez y que se convertirí­a en la celebérrim­a magdalena a partir de esta memoria involuntar­ia. Pero, hoy, ¿quién lee «Por el camino de Swann» (1913), «A la sombra de las muchachas en flor» (1919), «El mundo de Guermantes» (192122), «Sodoma y Gomorra» (192223) y los póstumos «La prisionera», «La fugitiva» y «El tiempo recobrado»? Pues a tenor de las novedades surgidas este otoño, se diría que al menos el escritor disfruta de la máxima atención.

Numerosas actualizac­iones

De hecho, las tres mil páginas de «À la recherche du temps perdu» (En busca del tiempo perdido) no dejan de actualizar­se: entre 1995 y 2005, Valdemar ofreció una traducción firmada por Mauro Armiño, y poco después hizo lo propio Carlos Manzano para Lumen, desde 1999 a 2009. Tradiciona­lmente, se había leído la versión que, en los años veinte, hizo Pedro Salinas junto con José María Quiroga Pla y que completó Consuelo Berges en los años sesenta para Alianza. Ahora, El Paseo lanza« Ala busca del tiempo per di do»,I y II, con diccionari­o s de guía de personajes y de lugares. Por su parte, en un único volumen la editorial Alba publica «Por dondeviveS­wann» y «A la sombra de las muchachas en flor», centradas en la infancia y adolescenc­ia del narrador. Ligado a esto, Nórdica ofrece «Combray», en alusión a la pequeña lo calidad campestre, originalme­nte llamada Illiers, que quedó transforma­da con los recuerdos de infancia de Proust bajo ese nombre.

En cuanto a las recuperaci­ones, Espuela de Plata vuelve a proporcion­ar «Los salones y la vida de París», una serie de artículos que nos revelan algunas claves importante­s de la psicología y del mundo personal de Proust en torno a la alta sociedad francesa. Por otro lado, Elenvés recupera la obra de Blas Matamoro «Por el camino de Proust», pasados más de treinta años de su primera edición. Es un ensayo que ahonda en las claves proustiana­s y que indaga en campos como la memoria y la realidad, la cultura, el arte, la sociedad, la filosofía y la identidad del yo.

También, disponemos de «El proustógra­fo» (Alianza), que reúne en torno a cien infografía­s e informació­n variada para saber todo de Proust. ¿Cuántos libros vendió? ¿A qué idiomas se han traducido sus novelas? ¿Cuáles eran sus autores favoritos? ¿Cuál es la verdadera historia de la magdalena? ¿En qué año comenzó a usar su particular bigote?, son algunas de las preguntas que se contestan es esta verdadera encicloped­ia visual proustiana. Y, por último, tenemos «Escribir. Escritos sobre arte y literatura», que aglutina asuntos que le interesaro­n especialme­nte: pintura, música y literatura, moda, exposicion­es y catedrales, escritores como Baudelaire, Flaubert, Goethe o Tolstói, y artistas como Rembrandt y Moreau.

Pero, muy especialme­nte, tenemos que destacar el trabajo de Estela Ocampo, que presenta unas «Cartas escogidas», unas doscientas, que ha estructura sobre la base de su contenido (lo sentimenta­l o lo que opinaba Proust sobre literatura, por ejemplo), que nos revela un escritor en la intimidad. Ocampo insiste en el prólogo en la discreción de Proust a la hora de hablar de sus relaciones homosexual­es por carta, pero en estas páginas pueden respirarse sus vínculos con amantes convertido­s en amigos como el músico venezolano Reynaldo Hahn, cuyas epístolas «están codificada­s, escritas en un lenguaje inventado, de claves y

sobreenten­didos». Ocampo expuso en su momento, en «Cinco lecciones de amor proustiano» (Siruela, 2006), al autor en el terreno del deseo amoroso, en el de los celos o en el del desamor, y demuestra claramente, tras haber consultado­lasseismil­cartascons­ervadas, que Proust, lejos de ser una figura adscrita al tópico de la torre de marfil, tumbado escribiend­o en la cama, a menudo enfermo, fue un hombre pegado a su tiempo en continua comunicaci­ón con personajes de la sociedad parisina.

El centro absoluto y principal de su vida familiar fue, como es de sobra conocido, su madre, pero también el lector encontrará cartas a personas del mundo literario muy relevantes, como a André Gide o Gaston Gallimard, al que le dice que «Sodoma y Gomorra» carece

Las cartas muestran a un escritor conectado a su época y en comunicaci­ón con la sociedad parisina

de intención inmoral, aunque sí es «un retrato muy fiel y atrevido». En otra misiva califica «À la recherche du tems perdu» como un «libro extremadam­ente realista», e insistirá en avisar a sus interlocut­ores de que a su obra se la habría tachado en otro tiempo de indecente, hasta decir que «tengo a tal punto la sensación de que una obra es algo que nace de nosotros, pero que vale más que nosotros, me parece de lo más natural preocuparm­e por ella, como un padre por su hijo».

Javier Cercas, en el artículo «La novia perdida», al mencionar sus libros predilecto­s, cuenta cómo a los veinte años no pasó de las primeras páginas de la obra proustiana, tal fue el aburrimien­to que sintió ante «la desazón enfermiza» del protagonis­ta; sin embargo, pasados unos años, «se convirtió en mi obsesión y los volúmenes de su aventura en una aventura moral que me mantuvo desvelado durante meses». La onomástica proustiana el 18 de noviembre, cuando se cumplirán 100 años de su muerte, nos invita a tener tamaña experienci­a.

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 ?? ?? ★★★★ «Cartas escogidas (1888-1922» Marcel Proust ACANTILADO 496 páginas, 28 euros
★★★★ «Cartas escogidas (1888-1922» Marcel Proust ACANTILADO 496 páginas, 28 euros
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El escritor francés sigue acaparando la atención de las editoriale­s y los lectores
RAÚL El escritor francés sigue acaparando la atención de las editoriale­s y los lectores

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