Don Quijote pierde su última máscara
► David Hernández de la Fuente reflexiona en un excelente ensayo sobre la influencia de este personaje y las capas que cubren su figura
La bibliografía sobre Cervantes y el Quijote es inmensa; parece que nada nuevo va a poder aportarse a ese caudal de investigación crítica y pericia lectora. Pero la riqueza literaria y humana de la obra posibilita una infinidad de miradas sobre las aventuras del hidalgo. Unamuno, Azorín, Ortega y Gasset, María Zambrano y Ramiro de Maeztu, entre otros, han recreado su figura a la luz de sus respectivas estéticas generacionales.
Una visión deleitable
Bajo este mantenido interés, David Hernández de la Fuente publica «Las máscaras del hidalgo». Como precisa el título, se trata de una visión deleitable, aunque no menos rigurosa, sobre novedosos aspectos de esa imperecedera creación cervantina. Se abordan temas del máximo interés, como la variedad de registros lingüísticos que aparecen en el Quijote, y cómo nuestro hidalgo corrige el habla de Sancho o de Cardenio, entre otros personajes; o la locura como generadora de extravagantes ficciones narrativas; sin olvidar comparaciones como la establecida entre Don Quijote y Tristam Shandy. Se insiste en el poder creativo de inverosímiles fantasías que Cervantes otorga a su enajenado protagonista, su radical platonismo, o también la clara influencia cervantina en Nietzsche y Thomas Mann.
Asimismo, se especifica aquí la recepción del Quijote, destacando su influencia en la literatura decimonónica inglesa, en la francesa o la admiración de Goethe y Heine, sin olvidar su repercusión en entregados lectores como Azaña, quien le dedicará señeras páginas críticas.
Una obra que puede ser leída como «la gran comedia humana» repleta de emotivas propuestas éticas e inolvidables personajes. Y todo ello bajo la enunciada «poética de las máscaras», una estética del fingimiento ficcional reflejo de un personaje que vive entre la fantasía y la realidad. Un libro este imprescindible sobre una obra de la que el propio Cervantes escribió que «los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran».