Núñez Feijoó, de la corbata al encanto del cuello vuelto
► El líder gallego se ha lanzado a la moda que ya catapultó a la fama a la intelectualidad de izquierdas, tanto francesa como española. ¿Le veremos menos con corbata?
AlgoAlgo tiene el jersey de cuello vuelto que desata puro delirio. Era de esperar el cruce de palabras que ha despertado la última portada de la revista «Esquire», con Alberto Núñez Feijóo cubriéndose parte del rostro y acentuando sus ojos. Arriesgado, sin ser transgresor. En el gesto y en la mirada, desprende «allure», embrujo, el encanto de lo inesperado. Las redes han enloquecido. Unos le ven cursi; otros, estupendo. ¿Cómo se ve él? Quien mejor lo sabe es Jesús Cicero, director de arte de «Esquire» y uno de los artífices de la imagen: «Le sorprendió la propuesta del punto y la paleta de colores que le mostré, del beige al camel. Él no los suele usar, pero le gustó y se sintió cómodo».
En la entrevista, Feijóo aparca su habitual discreción para hablar de su vida personal. «Era necesario romper también ese encorsetamiento del traje y corbata que exige la vida parlamentaria. Y el jersey fue la prenda escogida. Es una prenda cómoda, simple y neutra, acorde con el tono de la conversación tranquila y relajada», explica Cicero. Tanto debió de gustarle que esta misma semana apareció en un acto con un suéter similar, anunciando un nuevo modo de saber estar. Sin el atril, con micrófono en la mano y moviéndose con naturalidad. «El punto –añade el director de arte–transmite calidez, cercanía, conexión con la gente. Es un básico que cualquier hombre puede tener como fondo de armario».
No subestimemos la capacidad de ese cuello poderoso, tan efectivo como el mismísimo proverbio indio que invita a caminar con los zapatos del prójimo. Respira un rato con mi cuello de tortuga y sabrás cómo me siento, viene a decir Diane Keaton cuando confiesa que vierte en él sus pecados e inseguridades. En Francia va camino de desbancar a la bandera tricolor como símbolo patriótico y ejemplarizante ejemplarizante de la sobriedad energética que aconseja el Gobierno de Macron. ¿O no será que nos estamos pasando de rosca con tanta suspicacia? «Ya no me verán con corbata, sino con cuello alto», dijo hace unos días el ministro de Finanzas, Bruno Le Marie, terminando de inflamar a una ciudadanía encendida.
De Eladia a Paul Newman
Le Marie, un hombre que usa la literatura como otra forma de poder, asegura que fue simple ironía, pero no se libró de una tunda de burlas que contraatacó en forma de sátira: «Perdónenme por molestar por un cuello de tortuga; no esperaba llegar a esto después de quince años en política… Si dejamos que el mundo digital emita palabras inexactas, transforme palabras, distorsione imágenes, sin que reaccionemos, el mundo digital colonizará nuestras mentes. Estaremos en sus talones… Superaré no poder entrar a una habitación sin que me pregunten: ¿No te pusiste el jersey de cuello alto hoy?».
El jersey de Feijóo lo podría haber tricotado en su infancia su abuela Eladia. El golpe de efecto habría sido el mismo porque la prenda tiene ese no sé qué que trasciende cualquier connotación utilitaria. Como dice Cicero, es atemporal, versátil, clásica, cómoda y cálida. Y añadimos: muy sexy si recordamos a Paul Newman en «Quinientas millas»; insuperable en el cuello de Robert Redford; e irresistible en el cuerpo de Chris Hemsworth. Lo han llevado los hombres más atractivos del mundo. Permite vestir bien en cualquier ocasión y en política siempre es un acierto, incluso bajo la mirada feroz del adversario.
Se lo disputan tanto la derecha como la izquierda. Fue seña de identidad para la élite intelectual de la Rive Gauche y símbolo subversivo para el movimiento de las Panteras Negras en los años 60. Los cuellos de tortuga siguieron inspirando a los disidentes en cualquier parte del mundo. En el franquismo, Marcelino Camacho puso de moda los marcelinos, unos suéteres que le tejía su esposa Josefina para hacer más llevadero el frío en la cárcel de Carabanchel. Su «look» fue un icono de la progresía.
Andy Warhol se apropió del cuello de punto como parte de su iconografía pop. Y aunque la prenda cautiva a los magnates del lujo, Steve Jobs encontró en su simplicidad el modo de alejarse del estereotipo multimillonario. Encargó al diseñador japonés Issey Miyake más de un centenar y fue hasta el último día su única vestimenta e imagen de marca. Agitadora o neutral. Sensual o puritana. Austera o exquisita. Venerada o repudiada. Esta prenda puede serlo todo y siempre permitirá moverse en la dirección correcta.