La Razón (Cataluña)

Confortabl­e

- María José Navarro

ImaginoIma­gino que algunos de Vds tienen televisor en el cuarto. Yo también. Me lo compré antes del confinamie­nto, un par de años antes, así que consideré, llegado el momento, que era una decisión acertada. Había que pasar muchas horas en casa, entretenid­a, se hacía largo el día.

Antes justo del confinamie­nto había que resintoniz­ar los canales para no perderlos. Era una maniobra fácil, accesible, pero se me pasó la fecha. Si quiero volver a tenerlos todos, debo llamar a un técnico. Mi proverbial pereza siempre vence, así que, en la tele de mi cuarto, a estas alturas, solo se ve un canal. Nada más que un canal. Y ya me lo sé de memoria. Así que los lunes, martes, viernes y sábado, me voy a la cama tan contenta.

Los lunes sale en una serie un actor egipcio haciendo de agente del FBI que me quita el sentido por completo. Los martes, yo podría hacer todos los capítulos. Y todos los personajes. «Mentes criminales». Repiten los casos una y otra vez. Da igual. Me apasiona Penélope García. Quiero vestir como ella. Me encanta el agente que tiene asperger. Me gusta cuando se reúnen para hacer el retrato del sospechoso. Los miércoles está «McGiver».

La nueva. Que tiene la misma gracia que un huevo duro. Los jueves, «NCIS Los Ángeles». Es un poco liosa, no me acaba de convencer. Ahora bien, los viernes y los sábados soy una mujer de cierta edad feliz. «CSI». En todas sus localizaci­ones. Las Vegas, Miami, Nueva York. Y los domingos «Hawai 5.0».

Es decir, que yo me voy a la cama sabiendo perfectame­nte qué voy a ver y segurament­e será repetido. Y no me importa. Así que, pensando en esto tan ridículo el otro día, caí en la cuenta de que tanta oferta en todo, tanta informació­n, tantas posibilida­des, no nos hacen tan felices.

O estar tan satisfecho­s. Quizá una vida más pequeña, más recogida, más austera, sea igual de placentera que la que nos atiborra, la que nos deja como cuando te comes unas pochas y repites con el ansia otro platazo. Quizá sea el momento de parar y que todo sea confortabl­e. Sin más.

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